El Confidencial publica, hoy, un artículo muy
interesante de Carlos Sánchez que lleva por título: ‘Escorpiones en una
botella: los jueces y la política’. Concluye su comentario realizando una
crítica al poder legislativo por no redactar leyes claras, precisas y concisas
que transfieren a los jueces la interpretación de estas y, por tanto, están muy
sujetas a la propia ideología o interés (la negrita es
de mi cosecha particular).
“La idea de que los jueces hacen política no es nueva. De hecho, está en la génesis de cualquier
sistema judicial. Pero fue el legendario juez Oliver Wendell Holmes Jr.,
junto a John Marshall el
jurista más relevante que ha dado EEUU, quien elaboró una sólida teoría en la
que ya advertía hace más de un siglo de la necesidad de restringir la labor
de los jueces para que no se inmiscuyeran en el ámbito de los parlamentos”.
Este juez calificado como
“gran disidente” señalaba acertadamente que los jueces - como cualquier ser
humano tienen ideología – y esto no es ni bueno, ni malo; es sólo un hecho tan
constatable como la ley de la gravedad. Ahora bien, esta situación menoscaba la
independencia de la institución judicial.
El responsable de
elaborar unas leyes transparentes debe ser el poder legislativo que asumirá su autoría y cumplimiento frente a los electores.
Hasta ahora, el poder
legislativo ”elabora normas de baja calidad y deficientemente redactadas por incoherentes y ambiguas, lo que afecta de manera muy negativa a la seguridad jurídica, dejando en manos de los jueces la interpretación de las leyes más allá de lo razonable".
Al leer esto, máxime estando de acuerdo, nos preguntamos el por qué. Lo
peor, en mi modesta opinión, es que se trata de algo intencional. Según nos
convenga interpretamos la ley de una u otra manera y al sistema le interesa esa
ambigüedad que se aleja del sentido común del ciudadano de a pie.