La Trinidad es el dogma central sobre la naturaleza de Dios que
afirma un ser único en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Así, yo veo un dogma, el neoliberalismo que se manifiesta en el Padre
(PP), el Hijo (Ciudadanos) y el Espíritu Santo (Vox).
La figura paterna escondió el águila de la bandera española
por el escudo de la Corona y se la cedió al Hijo que, a través del Espíritu,
retornó a sus orígenes de “Una Grande y Libre” y a las añejas tradiciones de
Don Pelayo, los toros, el casticismo, pero eso sí… bajo las recetas del
liberalismo moderno de abaratar despidos, no subir el salario mínimo
interprofesional (SIM) porque generará más desempleo y dar duros a los
españoles a través de rebajas fiscales y suprimir impuestos de patrimonio,
sucesiones, etc
La extrema derecha arremetía en letra impresa contra Mariano
Rajoy a través de su colaborador Fernando R Genovés quien el 27 de agosto de
2004 titula una crónica en “Libertad Digital”, como “Maricomplejines no quiere
gobernar” y, posteriormente el locutor Federico Losantos hace suyo el término. La
España más rancia ve en Rajoy un hombre muy blando para batallar contra el
rojerío y cuando el gallego cae, hay un PP que se levanta con la idea de
quitarse caretas y ser sin complejo alguno “la auténtica derecha española”. En
esas andaba Pablo Casado cuando tomaba a Albert Rivera como pareja de baile
para combatir las huestes rojas del PSOE y Podemos, sin contar con Santiago
Abascal como nuevo invitado.
Los tres defendiendo las mismas ideas: España, liberalismo
económico y tradición, algo así como el himno del requeté carlista: “Por Dios,
por la Patria y el Rey”. El Movimiento Nacional nunca puede diferir en nada y
sus mensajes son tan similares que puedan formar ‘un ménage a tròis’ después de las elecciones del 28 de abril.
Aquí nadie se fía de nadie. Casado no se fía de Rivera
porque es posible que Albert pacte con el PSOE si le valen sus votos; ni Pablo
Iglesias de Pedro Sánchez que ha abandonado en el Congreso todas las leyes
progresistas y ya no sabe qué hacer con el cadáver de Franco. En el programa
del PSOE se ha quitado la denuncia del acuerdo con la Santa Sede y ya no hay
nada que pueda molestar a la Iglesia Española, auténtico reducto de la España
Tradicional con sus bonitas procesiones de Semana Santa, sus mantillas, la
especulación de sillas y balcones, un buen negocio por el que media España
suspira.
Ahora bien, a un político de perfil medio bajo como es Pedro
Sánchez se lo están poniendo a huevo entre unos y otros. Muchos españolitos
vamos a votar al menos malo por el miedo a que llegue Metternich y la Santa o
Triple Alianza.
¡Qué pena! ¡Qué pena!
Una de las últimas cagadas de su rival más directo, Pablo
Casado ha sido cuando en una entrevista se ha comprometido a subir el salario
mínimo interprofesional (SMI) a 850 euros al mes en 2020 cuando desde enero
están vigentes los 900 euros en 14 mensualidades, 1050 euros en 12 meses.
Luego, se ha escudado en que se han falseado sus palabras, grabadas y
ampliamente reproducidas. ¿Era el recorte una de sus opciones políticas?
El presidente francés, Emmanuel Macron, en su referencial
discurso en la Sorbona ya anunció su propósito de establecer un salario mínimo
europeo para luchar contra la competencia desleal entre países.
Es lógico porque seguir depauperando salarios como medio de
competir es llegar a una solución como la de China. Un chiste cuenta que un
chino solicita un empleo en Europa y el empresario le señala que el contrato es
solo de media jornada. El asiático responde: “sí, eso es lo que quiero una
jornada sólo de ocho horas”.