La crisis sistémica del capitalismo financiero nos ha traído
el covid 19 como una falsa bandera de la profunda recesión económica y del
colapso del sistema. Han pretendido y conseguido crear el pánico
entre la población mundial, aunque somos muchos los que sabemos sus intenciones
y no nos dejamos engañar. Somos disidentes de esta situación distópica y creadores de la nueva utopía que llegará
sin poner fechas en el calendario.
Además de las consecuencias económicas que traerá la crisis
a partir de septiembre de este año, nos quieren limitar nuestra libertad con la excusa de garantizar nuestra salud. Los gobiernos y la OMS obedientes y
cómplices de “los amos provisionales del
mundo” nos obligan a llevar la mascariila/bozal hasta que se acabe la pandemia -
sin fijar fecha - y mientras la población, manipulada por los principales medios de
comunicación que también controlan las élites, cavan su propia tumba y consideran una afrenta que no quieras llevar mascarilla y vacunarte porque les puedes contagiar. Olvidan que ya están contaminados de idiotez.
Los poderosos nos aíslan, tratan de imponernos la vacuna y el chip para
controlarnos a su antojo. Nos siguen desde nuestro móvil pero sobran cámaras y
faltan sonrisas, besos y abrazos.
Los disidentes nos preguntamos ¿qué hacer? ¿Quizás Trump consiga
acabar con ellos? ¿Dios proveerá cuando la mayoría de nosotros no nos
resistamos a abandonar esta ruina de casa?
Está claro que la alternativa aria puede, ya lo está
haciendo, echar un pulso al modelo financiero quebrado, pero no olvidemos que
también forma parte de la élite y sólo nos servirá para cambiar de amo, aunque
nos salve, a corto plazo, de las garras del primero. Es un paso, pero nunca la
solución.
El auténtico cambio está en el interior de cada uno de
nosotros, al margen de partidismos políticos y religiosos.