Nos encontramos con un texto amable y de fácil lectura que
nos describe, de una manera muy sencilla, determinados comportamientos
económicos y sus interrelaciones en distintos ámbitos. Su autor nunca intenta
realizar una sátira sobre el sistema económico, tal como señala el libro en su
portada, sino mostrar y corregir los excesos que dicho orden produce. En la
reflexión final del libro apunta: “El sistema capitalista se ha revelado como el más eficiente desde un punto de vista
económico. Los regímenes comunistas han caído como un castillo de naipes. Se ha
demostrado que desarrollo y crecimiento
son más eficientes bajo un sistema de libre mercado”.
No obstante, en otro párrafo cita: “El ánimo de lucro es el
motor que lleva a los individuos de una sociedad libre a desarrollar
iniciativas que ponen en marcha las economías, generan crecimiento y
proporcionan prosperidad. Por otro lado, la avidez desmesurada que pasa por
encima de las cuestiones más esenciales, de los derechos más básicos de las
personas, que no respeta, en definitiva, las bases del propio sistema de
economía libre es la causante de casi todas las crisis económicas sucedidas en
la historia”.
Considero que el autor no tiene en cuenta que el problema del liberalismo es, entre otros
aspectos, la competitividad que lleva inherente, el deseo ilimitado de consumo,
la búsqueda por consumir productos que nos brindan una alegría transitoria para
cambiarlos, de inmediato, por otros, un alejarse del conocimiento de uno mismo
y el convencimiento que el utilitarismo debe reinar en nuestras vidas.
No obstante, en las líneas finales del texto puntualiza: “El cambio
empieza por uno mismo. Tu tiempo es también tuyo y de nadie más: vive conforme
a ello y una mano invisible nos
llevará, una vez más, al bien de la sociedad en su conjunto”.
Esta nota es interesante y propia de un profesor de ESADE
que reconoce, ese es el problema del ser humano y, por tanto, del liberalismo y
cualquier otro sistema político-económico, que LA FIEBRE DEL ORO NO HA
DESAPARECIDO AÚN.
La sinopsis es la siguiente: Érase una vez un tipo corriente (TC)
que vivía en un sitio aleatorio, en un pisito común, con una hipoteca de por
vida. Nada fuera de lo normal. Salvo por una afición de juventud, quizás una
obsesión: el estudio del sistema reproductivo de las hormigas de cabeza roja,
afición ésta a la que no se podía dedicar por falta de tiempo y que con el paso
del tiempo resultaría ser…¡una bomba de relojería!
“Ay, si fuera dueño de mi propio tiempo!, se quejaba nuestro
tipo corriente y, entonces, decidió abandonar su trabajo y vender botes con
cinco minutos de tiempo.
Vender tiempo (T) era una amenaza para la sociedad de
consumo. Al principio, nadie creía en su idea. Estaba loco, pero nuestro
protagonista ceo un eslogan “Date prisa, el tiempo se acaba” y con la ayuda de
una televisión local (publicidad ) el producto
obtuvo un gran éxito. Reemplazó los envases de cinco minutos por las cajas de dos horas, pero se había
propuesto seguir creciendo y comenzó a producir cubos de una semana. Esta
situación provocaba seris desbarajustes en la economía.
Anteriormente, las
ausencias de tiempo se cubrían con más personal que eliminaba la lista de
parados, pero ya no había paro y, además, la disminución del poder adquisitivo
de los salarios disminuía la adquisición de bienes de consumo que afectaba a la
producción.
Las Autoridades decidieron preparar de inmediato un
reglamento que impusiera una fecha de caducidad al T envasado. Igual que caduca
la leche.
Tipo Común (TC) se había convertido en un tipo muy poderoso
(vendiendo aire/humo) que era una necesidad inmaterial que una sociedad alienada
necesitaba consumir.
Así, decidió vender antes de quince días (fecha de caducidad
dada por el Gobierno) contenedores de ¡Treinta y cinco años!.¡Cómo cobrar tal
cantidad de dinero ($) a nuestros clientes?. Permitiremos que nos paguen con
sus pisos…con todo lo que posean.
Un nuevo éxito y la gente hacía entrega de la propiedad de
sus pisos y de todo tipo de bienes. Para ser libres había que dárselo todo a
Libertad, S.L.
Ya nadie trabajaba, ni sus propios operarios, la demanda
había llegado al máximo de lo que era capaz el mercado. El consumo de tiempo
había acabado con el consumo de bienes y servicios. Comenzó con un producto inofensivo, incluso beneficioso para
la sociedad, pero su afán de crecer y crecer complicó las cosas: la ambición.
Las Autoridades decidieron hundir al hombre que arruinó al
país vendiendo envases llenos de aire. Le iban a condenar a muerte y él se
defendió señalando: “Nada de esto hubiera sucedido si no se pidiera a las
personas que se ataran treinta y cinco años a una nómina para poder pagar una
vivienda. Yo no he prendido la pólvora”. Le pidieron una solución para restablecer del Orden y
señaló: invierta el refrán: “el tiempo es oro” por “el tiempo es dinero (T=$).
“Debe acuñar billetes y monedas de minutos, con ellas deben comprar
a los ciudadanos el T que les pertenece. Dejen que compren sus casas con esos
billetes. Les recomiendo : no vendan las viviendas a precios de treinta y cinco
años, porque dejará a todos los ciudadanos
sin monedas otra vez. Solamente podrá inyectar liquidez en el sistema si las
cosas tienen unos precios más razonables, en relación al T que las personas
deben dedicar a obtenerlos.
Esta historia tiene dos finales. El primero es el que hemos
visto.Se han corregido los excesos del sistema buscando los equilibrio del mismo. El segundo, plantea volver al mismo desequilibrio por la
ambición de los sujetos que controlan el mercado.
En mi opinión y, en eso sí estoy de acuerdo con el autor, la
economía debe mantener un EQUILIBRIO de la misma manera que sus CIUDADANOS. Hay
una Ley de Correspondencia: INDIVIDUO-CIUDADANOS-GOBIERNO-ECONOMÍA. El cambio debe
plasmarse a nivel individual para que vaya trasladándose a la generalidad. Ese
cambio debe ser interior y espiritual y en perfecta armonía con los llamados
bienes materiales. No entiendo la sociedad capitalista que se recrea en el
consumo y no es feliz; ni tampoco esas sociedades “religiosas” que olvidan
cubrir las necesidades básicas humanas y no satisfacen sus anhelos de
conocimiento y progeso quedando hipnotizadas por “los maestros”.
El Cosmos es EQUILIBRIO, ARMONIA y los SERES HUMANOS, al
menos, debemos intentar lograrlo.