Pasó del “Yo no dimito” al “Tenía pensado dimitir el 2 de mayo” (igual sacaba los cañones como Daoiz y Velarde) y, de pronto, “Me voy ya mismo”.
La presidenta se quedo tan pichi y con cara de chotis cuando dijo: "Mi actitud de tolerancia cero ante la corrupción tiene este precio”. Una actitud soberbia que no tenía en cuenta que el arsénico se lo estaban dando con cuentagotas y a cada mentira, la presentaban una nueva prueba o evidencia.
Esta mujer siempre ha tenido, al menos para mí, cierto morbo. Me ha recordado a la madrastra de Blancanieves en su última etapa o a la chica mala de un culebrón suramericano.
Su fisonomía ha cambiado tanto, a lo largo de su vida, que bien podía constituir el catálogo de “las mil caras del agente secreto”.
Respecto al asunto de las cremas declara: "Me lo llevé por error, me lo dijeron y a la salida los aboné”. Entre lo poco sensato de sus disculpas aparece: “ Yo he cometido muchos errores a lo largo de mi vida (...)”, pero se olvidó de la ley del karma…
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