En estas fiestas navideñas, “por casualidad” aparecieron en
televisión dos películas de Paco Martínez Soria: ‘La ciudad no es para mi’
(1965) y ‘¡Se armó el belén!’(1969). Las vi recordando esas cintas que tanto
gustaban a nuestros padres, esa gente humilde que consideraban que el buen
corazón, al final, siempre tiene premio. Un día le preguntaron a Pedro
Almodóvar si el cine que realizaba gustaba a su madre. Él contestó: “La hace
mucha ilusión que los críticos alaben el cine de su hijo, pero a ella en
realidad la gustan las películas de Joselito y Marisol”. Ese cine de barrio
español es el de mi infancia. A mí también me gustaron, luego, renegué de dicho
cine y, ahora, como la mili, no quiero revivirla pero la miro con una
perspectiva distinta. Está bien para guardarla en el baúl de los recuerdos.
En la exagerada gesticulación de la cara, muchas muecas, me recordaba al actor francés Louis de Funès y a Lina Morgan (otro icono cómico
de la España de la época).
Paco Martínez Soria nace en Tarazona (Zaragoza) en 1902 y
muere en Madrid (1982). Su infancia transcurre en Barcelona donde trabajó como
dependiente y, más tarde, como comercial. En esa época compatibiliza su trabajo
con actuaciones de grupos de aficionados al teatro. En 1936, , el Gobierno de
la República emitió un decreto de afiliación sindical obligatoria y Francisco
Martínez Soria se afilió a la CNT. Sin embargo, ese carnet fue solo un
instrumento para trabajar. De hecho, sus biógrafos y conocidos describen su afición
a asistir a la Basílica del Pilar, donde acudía a rezar. Su primer trabajo de
cine como actor principal fue en 1938, en un mediometraje cómico producido por
el sindicato anarquista titulado ‘Paquete, el fotógrafo público número uno’.
El público confundió al actor con el personaje y el
pueblerino de la boina que ejerce de “maño” con tonos de voz de cierta cadencia
aragonesa era, en realidad, un actor al que no le gustaba que nadie le hiciera
sombra en los repartos, por lo que revisaba meticulosamente su papel principal
y el de los demás.
Señalan algunos de sus biógrafos: “Al fin y al cabo, se
había inventado un personaje: él mismo pero con boina. También lo hicieron a su
modo y manera desde Mario Moreno ‘Cantinflas’ o en tiempos más recientes ‘Lina
Morgan’. Eso sí: en la calle, don Paco, como lo llamaban, vestía sobria pero
elegantemente, encorbatado, con sombrero, gafas, pañuelo sobresaliendo de su
americana…”.
Paco Martínez Soria siempre tuvo debilidad por el sainete, género
que le permitió abordar ese “teatro popular” de risa fácil y nulo compromiso y
en los que se reconocían. Arniches, Paso o Muñoz Seca que fueron algunos de los
autores que más representó, antes incluso de formar su propia compañía en 1940,
primer paso hacia el sueño de contar teatro propio, algo que logró con el
Talía, en la Barcelona que lo había acogido, que remodeló e inauguró en 1960.
Su receta fue todo un logro y aunque únicamente hizo el
papel de paleto en cuatro de sus 35 películas, una de ellas su gran éxito ‘La
ciudad no es para mí’, se le tendía a identificar con este papel. Mostraba un
gran respeto por la comedia, y con frecuencia se le preguntó por qué no
cultivaba otros géneros, a lo que en alguna ocasión respondió: “Yo no soy
Fernando Fernán Gómez; yo solo soy un cómico”. Así la faceta de actor abarcaba
más posibilidades que las limitaciones impuestas o autoimpuestas personalmente.
Por dicha razón nunca cultivó el teatro clásico, ni el de vanguardia.
Entre los años 60 y 80 fue uno de los actores teatrales más
aclamados por el público, tal vez por amoldarse a los valores imperantes de la
época. Creó un arquetipo, el hombre de pueblo que llega a la ciudad, poco
ilustrado pero de sabiduría natural; el cura que ama y cuida de sus feligreses,
el calzonazos de la familia en base a su buen corazón. Con una moraleja/
moralina siempre en los instantes previos a la palabra fin y con final feliz.
Su primer y gran triunfo es ‘La ciudad no es para mí’
(1965), dirigía por Pedro Lazaga (y en la que Gracita Morales/Filo, la criada
pronunciaba la memorable "¡Tanto Luchy, tanto Luchy, y se llama Luciana).
La sinopsis es la siguiente: Agustín
Valverde, viudo y hacendado sesentón aragonés, marcha a Madrid, donde se instala
en casa de su hijo, un prestigioso médico casado con una modesta costurera. A
la mujer todo el mundo la llama Luchy, desde que consiguiera su brillante
posición social casándose con el Dr. Valverde. Pero al llegar a Madrid Agustín
descubre que en la capital hay muchos más problemas que en su pueblo. Luchy se
siente atraída por el ayudante del doctor. Sara, la nieta de Agustín, vive una
vida frívola y desordenada con una pandilla de amigos estúpidos. Y hasta Filo,
la empleada del hogar, tiene su correspondiente complicación.
En ¿Qué hacemos con los hijos? (1967). La figura amorosa del
padre pone, finalmente, en armonía las descabelladas ideas de los hijos.
En ‘El turismo es un gran invento’(1968),’¡Se armó el
belén!’(1969), ‘Abuelo Made in Spain (1969), ‘Don erre que erre’ (1969), ‘Hay
que educar a papá (1971), ‘El padre de la criatura’ (1972), ‘El abuelo tiene un
plan’ (1973), ‘El calzonazos (1974), ‘el alegre divorciado’ (1975), etc.
observamos una defensa de los valores “de toda la vida”, la defensa del
patriarcado, el macho español, el localismo o casticismo, la unión sagrada para
siempre, pero todo ello edulcorado con imágenes de amor y tolerancia frente al
equivocado - que es también hijo del Señor-.
En ‘Don Erre que Erre’, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, parece que hay un giro a la
renovación ya que nos narra la historia de un hombre que se enfrenta a un banco
y gana la batalla. Sin embargo, hay dos finales que se unifican en uno, con
toda lógica. El ciudadano sencillo que pelea contra el banco por ‘una cantidad
insignificante’ lo hace por cuestiones de ‘dignidad/honor Calderoniano’ no como
una cuestión social y dicho ciudadano gana esa batallla, gracias a que entre
bambalinas hay una lucha intestina dentro del banco, lo que supone que un
directivo caiga y otro asuma el control.
A pesar de todo, a nivel personal, considero la mejor de
toda su filmografía y no la más divertida.
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