En la música francesa actual se notan las influencias multiculturales de África, Asia y América Latina que el país galo ha asimilado en su sociedad. Sin embargo, las canciones que a mi me entusiasman son las canciones francesas románticas con magníficos cantautores e intérpretes: Aznavour, Jacques Brell, Moustaki, Édit Piaf. Supongo que esa nostalgia es un producto de la edad. Los jóvenes apuntan que “eran un poco llorones”. Es cierto, pero ese histrionismo de Aznavour y Édit Piaf narrándonos tristezas a modo de folletín, nos encanta.
Charles Aznavour nace en París de padres armenios. Abandonó el colegio con diez años y medio y se tuvo que crear una cultura personal desde la escuela de la vida. Cree en el esfuerzo y confiesa no tener imaginación, él ha declarado en varias entrevistas: “Nunca escribiría una canción sobre ovnis” por poner un ejemplo. Escribo sobre lo que leo en la prensa, sobre lo que veo y siento a mi alrededor y son las horas de trabajo las que me traen las ideas.
Estudió teatro y declamación. De hecho ha trabajado en varias películas y en el escenario no solo gusta de cantar, lo suyo es interpretar, actuar, ser un comediante. En uno de sus temas Les comédiens (1962) rinde un homenaje a los comediantes y a su linaje familiar de cómicos y cantantes callejeros de su infancia. La canción es un himno al mundo del espectáculo y hay un vídeo muy bueno junto a otra comedianta/Liza Minnelli interpretando este tema. La influencia del artista llega a uno de nuestros grandes cantautores, Joan Manuel Serrat que escribe “Los titiriteros”, al igual que con el tema “Qui/Quién” elabora “Si la muerte pisa mi huerto”.
La vida fue difícil para Aznavour: “Como dijeron que todo era malo en mí —el físico, la voz, la escritura…— tuve que probar a aquellos imbéciles que yo valía.
Y surge su primer éxito con “Je m’voyais déjà (Ya me veía) donde canta: “No fue culpa mía, fue la culpa del público, que no entendió nada”.
Se declara políticamente incorrecto - eso me gusta – y apunta: “El público no es tonto. Y el que lo crea comete un error monumental. Lo que hay que darle es verdad. Hay que ser uno mismo. Yo lo soy. O me aceptas o no. No puedo cambiar para gustar al público o a las modas”.
En “La Bohème” refleja parte de la vida del artista y los sueños de juventud. Unos sueños que no han concluido a sus noventa años.
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