martes, 13 de octubre de 2015

Isaac Peral, inventor del submarino “una curiosidad técnica sin la mayor importancia”

Nace en Cartagena (1851) este marinero y científico que pudo haber cambiado una gran parte de la historia de España si en nuestro país hubieran existido buenos gobiernos. La idea del submarino surgió en 1885, cuando la marina imperial alemana amenazó con bloquear islas españolas en el Pacífico. Peral pensó que un submarino torpedero podría contrarrestar la superioridad naval en superficie de las grandes potencias y lo consiguió. El submarino fue finalmente botado en 1888. Sin embargo, a pesar del éxito de las pruebas de la nave, las autoridades del momento desecharon el invento y alentaron una campaña de desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina.


Pese a todo y gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, el submarino fue finalmente botado el 8 de septiembre de 1888. El buque medía 22 m de eslora, 2,76 m de puntal, 2,87 m de manga y desplazaba 77 tn en superficie y 85 tn en inmersión. La propulsión se obtenía de dos motores eléctricos de 30 caballos cada uno; la energía la suministraba una batería de 613 elementos. Incorporaba además un tubo lanzatorpedos, tres torpedos, periscopio, un sofisticado "aparato de profundidades", que permitía al submarino navegar en inmersión a la cota de profundidad deseada por su comandante y mantener el trimado del buque en todo momento, incluso tras el lanzamiento de los torpedos. Y todos los mecanismos necesarios para navegar en inmersión hacia el rumbo prefijado.

Las pruebas oficiales se desarrollaron a lo largo de 1889 y 1890. Conviene resaltar que no se le concedió permiso para efectuar la prueba clave y más elocuente que había solicitado el propio inventor: atravesar sumergido el estrecho de Gibraltar desde Algeciras hasta Ceuta. A pesar de lo cual, demostró en las pruebas que se verificaron que podía navegar en inmersión a la voluntad de su comandante, con el destino, rumbo y cota predefinidas y en mar abierto. Además, demostró que podía atacar, sin ser visto, a cualquier buque de superficie. La Comisión Técnica nombrada al efecto avaló el éxito de las pruebas del primer submarino de la historia. Sin embargo, oscuros intereses nunca aclarados motivaron que las autoridades del momento desecharan el invento y alentaran una campaña de desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido. Es más, se le impide publicar su manifiesto en ningún medio de comunicación y, finalmente, consiguió publicarlo, costeándoselo de su bolsillo, en el periódico satírico El Matute.

Hoy en día todo parece indicar que las demoras, sabotajes incluidos el día de la botadura que logró subsanar a tiempo y la entrega de planos/espionaje industrial se deben a las excelentes relaciones del vicealmirante Manuel Beránguer con el trust industrial británico. Dicho vicealmirante, curiosamente, fue uno de los más fervientes defensores del desigual enfrentamiento con la Marina de EEUU en Cuba y Filipinas en 1898.

El falso bipartidismo Cánovas/conservadores y Sagasta/liberales asolaba este país de corrupción (ya me están viniendo a la mente algunas ideas…). En este ambiente, colocan para examinar la viabilidad del proyecto a unos espías vendidos a la industria de naciones rivales. ¡Qué más da que mueran nuestros marinos por España!.

Durante 1889 y 1890 Isaac Peral junto con los otros diez tripulantes del submarino efectuaron cuantas pruebas se le exigieron: navegó dentro y fuera del agua, en la bahía y en alta mar, disparó torpedos sumergido y sin sumergir, realizó ejercicios tácticos de ataque y defensa; diurnos y nocturnos. De todos salió exitoso. A presenciar las pruebas en la bahía de Cádiz acudieron periodistas españoles y extranjeros y buques de guerra de todas las marinas del mundo que saludaron con honores militares la gesta. Pero ninguna autoridad civil ni militar española se dignó a visitar Cádiz en aquellos días.

En 1998, España perdió su doble estatus como potencia naval y colonial cuando fue barrida por la flota de Dewey con una facilidad insultante. El militar americano apuntó que si España hubiera dispuesto del submarino la situación habría sido muy distinta.

Desmoralizado y harto de zancadillas, pidió la baja en la Armada. Fue un hombre de ciencia. Realizó cartas hidrográficas. Publicó trabajos sobre álgebra, geometría y huracanes. Un patriota de “verdad” que no registró patente, ni derechos porque los cedió en beneficio del país, pero ¡qué país!.

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