En julio de 1972, la Unión Soviética y los Estados Unidos mantenían un clima de tensión que se denominó “ Guerra Fría”. En ese contexto histórico se disputó el Campeonato Mundial de Ajedrez que fue un encuentro entre el aspirante
Bobby Fischer de los Estados Unidos y el campeón
Boris Spassky de la Unión Soviética. El match se jugó en Reikiavik (Islandia) y fue conocida como ‘La Partida del Siglo’. Fischer fue coronado campeón Mundial de Ajedrez destronando la hegemonía mundial del ajedrez soviético. Algunos vieran en este éxito el símbolo de la victoria del liberalismo/capitalismo sobre el socialismo.
El norteamericano inició la partida mucho antes de mover la primera pieza. Mediante una colección de reclamos caprichosos arrinconó psicológicamente a su oponente (protestas por la iluminación, la sala, la disposición del público, de las cámaras, etc).
El campeón del mundo, con ventaja 2 a 0 a su favor, aceptó cambiar de sala para que su oponente no abandonara la contienda. El cambio ofició en Fischer un estímulo arrollador que le dio impulso para revertir la situación. Ganó el tercer partido y se convirtió en el dueño absoluto de la batalla psicológica. En el último juego, Spassky, resignado e impotente por haber dejado crecer a la bestia, abandonó la serie por teléfono.
Fischer le había dado una lección al mundo de este deporte mediante su juego dinámico-posicional, de movimientos rápidos sin apelar a los cálculos dilatados propios de los grandes maestros soviéticos. A diferencia de sus predecesores, el norteamericano profundizó mucho más en el sistema de aperturas, elaboró un cuadro de juego en base a los primeros movimientos pero tratando de estirar al máximo la utilidad de esas fichas iniciales en busca de un poder expansivo considerable. Fischer era obsesivamente combativo, identificaba al empate como un error de cálculo y no como una salida inevitable cuando el juego se equilibraba. Trabajaba los partidos en pos de prohibir ese equilibrio.
Fischer no volvió a jugar durante su reinado. En 1975 exigió a su retador Karpov un sistema de puntos distinto a como lo había ganado. Consistía en que la victoria sería para quien primero alcanzara 10 victorias (sin contar las tablas), reteniendo el título el campeón en caso de empate a 10. Hasta aquí puede decirse que es un planteamiento equitativo y razonable; de gustos personales, si se quiere, pero razonable. El gran inconveniente es que Fischer pretendía introducir además la condición de que él (Fischer) también retendría el título si se empataba a nueve.
La FIDE y la delegación soviética aceptaron las restantes exigencias de Fischer, la cuestión del empate a nueve no era razonable ni admisible. Para que se entienda mejor lo irracional de esta condición, podemos enunciarla así: El campeón será Kárpov si gana diez partidas, y Fischer si gana nueve. La FIDE desautorizó esta pretensión, pero entonces Fischer se negó en redondo a jugar. No quedó otra opción que desposeer a Fisher de su título y proclamar campeón a Kárpov, quien, con sus resonantes triunfos en grandes torneos y matches por el campeonato mundial durante los diez años siguientes, se hizo merecedor indiscutible al título mundial.
Bobby Fisher se caracterizó por su creatividad y genialidad en el ajedrez. Sin embargo, su salud mental comenzó a deteriorarse a raíz de dicho triunfo. Su excentricidad fue adquiriendo tintes enfermizos y acabó con pronunciamientos antisemitas (aunque él fuera de origen judío) y antiestadounidenses. Declaró su admiración a Hitler y negó el Holocausto.
Otras partidas geniales con trasfondo político
El “deporte” del ajedrez vivía las tensiones que se estaban produciendo en la Unión Soviética. Así, el Campeonato Mundial de Ajedrez 1978 fue un encuentro entre el retador y disidente
Víktor Korchnoi (quiso jugar representando a Suiza) y el campeón defensor
Anatoli Kárpov. El match se jugó en Baguio, Filipinas. Kárpov ganó por sólo una partida de diferencia. Hubo acusaciones y denuncias de todo tipo, desde espionaje hasta hipnotismo. Todos estos episodios hicieron recordar al match Fischer-Spassky de 1972.
Después, vendría la rivalidad
Kárpov-Kaspárov como una de las más grandes rivalidades que han existido en el ajedrez con diversos enfrentamientos entre 1985 y 1995. Karpov era el ajedrecista del régimen soviético, el preferido de la clase política, mientras que Gari Kaspárov se posicionó como partidario del cambio político (la perestroika) como Yeltsin y Gorbachov.
El primer mundial en el que ambos jugadores mostraban un ajedrez brillante acabó suspendido, tras 6 meses y 48 partidas, por el presidente de la Federación Mundial de Ajedrez, Florencio Campomanes, alegando cansancio por parte de ambos jugadores. Declaró: "un match por el campeonato del mundo no puede convertirse en una carrera de resistencia". Esta decisión provocó una polémica, ya que los contendientes querían seguir jugando. Kárpov estaba a un punto de ganar, y Kaspárov comenzaba a ganar partidas. Ambos confiaban en la victoria. Sin discutir lo injusto de esta medida, a la postre Kaspárov se hizo mucho más la víctima que Kárpov. La prensa occidental vio en la decisión todo tipo de presiones y contubernios por parte de las autoridades soviéticas.
El segundo encuentro por el título mundial se celebró, también, en Moscú. tras una dura lucha Kaspárov se había convertido en el campeón del mundo más joven de la historia.
Los duelos legendarios se sucedieron en los años venideros. Su relación de odio terminó cuando, una vez retirados ambos, Kárpov fue a visitar (sin éxito) a Kaspárov a la cárcel cuando le encerraron cinco días por protestar contra el gobierno de Putin en 2007. De los 144 partidos que jugaron entre ellos, en el cómputo global ganó Kaspárov por solo 2 puntos. Dos genios absolutos, dos maestros del tablero que regalaron al mundo una de las rivalidades más apasionantes de la historia del deporte.