Esa diferencia – guste o no guste – la presentaba en su indumentaria. He criticado a Pablo Iglesias cuando se dice y desdice. Sin embargo, el otro día sí fue coherente en su mensaje claro de No a enviar tropas a Siria, en decir Sí al derecho de Cataluña a decidir aunque él/nosotros deseamos seguir unidos con otra forma de gobierno y, quizás, de Estado. Se mostró valiente, convencido y el bolígrafo que le dieron sus asesores le sirvió para controlar sus manos e impulsos, a veces, desmedidos. Alguna pequeña reciprocidad con Albert Rivera - nuevos en esta plaza – con intereses mutuos en ir devorando al PSOE y PP de sus electores potenciales para abrirse caminos como nuevas alternativas a izquierda y derecha.
Albert Rivera estuvo comedido, moderado, centrista y utilizó bien el recurso de sacar una portada de El Mundo para denunciar la corrupción en las filas del PP.
A Pedro Sánchez le faltó frescura, demasiada sonrisa sin venir a cuento y encorsetado en unos mensajes manidos como los porcentajes de la representación femenina en los partidos políticos sin aclararnos si van a servir de floreros.
A Soraya Sáenz de Santamaría se la vió pequeñita pero respondona. No estuvo mal y el pretexto que el PP tenía banquillo sobrado para estar ella en el debate fue bueno, pero no se lo cree ni “El Tato”.
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