En la denominada Europa occidental solo quedaban dos dictaduras de tipo fascista: Portugal/Salazar y España/Franco. A Estados Unidos y a los países europeos democráticos les venía bien contar con “dos títeres tiranos” y cuando hubiera hueco, ya llegaría la democracia formal. En 1970 Marcelo Caetano sustituyó al frente del régimen autoritario al fundador del estado Novo, Antonio de Oliveira Salazar.
La guerra colonial había generado conflictos entre la sociedad civil y la élite militar y, a su vez, había generado divisiones en el seno de la jerarquía militar. Así, en 1974, Caetano es obligado por la vieja guardia del régimen a destituir al general António de Spínola y a sus apoyos cuando trataba de modificar el curso de la política colonial portuguesa tratando de buscar una solución política a dicho conflicto.
En el seno militar aparece un grupo denominado Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que poco a poco va ganando influencia dentro del ejército. Así, el 25 de abril se produce la denominada “revolución de los claveles” que fue auspiciada por militares de izquierdas/rupturistas con el régimen anterior con la colaboración de militares de derechas/que buscaban las reformas hacia el parlamentarismo democrático.
Caetano indicó a Spínola que capitulaba con todo su gabinete ante un general “para evitar que el poder caiga en la calle” y que el pueblo no se tomara la justicia por su mano. Así, él y sus ministros fueron conducidos a Brasil.
El golpe fue incruento y solo provocó cuatro muertos y unas decenas de heridos ocasionados por francotiradores de la PIDE/policía secreta.
Regresaron del exilio el socialista Mario y el comunista Álvaro Cunhal. Al año siguiente se convocaron unas elecciones constituyentes y se estableció una democracia parlamentaria similar a las de Europa Occidental. Con todo, la Revolución precipitó el fin del imperio colonial portugués en África, aunque de un modo desordenado que provocó una emigración "a la inversa" de casi 500.000 civiles portugueses residentes en África.
Duró dos años el periodo turbulento que siguió a la Revolución de los Claveles, caracterizado por luchas entre la izquierda y la derecha. Estos últimos intentaron paralizar el proceso revolucionario con dos golpes militares fracasados: el 28 de septiembre de 1974 y el 11 de marzo de 1975.
Fue nacionalizada toda la banca y la mayor parte de la gran industria. En marzo de 1975 el ala de oficiales comunistas del Movimiento de las Fuerzas Armadas anunció que se había iniciado la transición al socialismo. Sin embargo, las elecciones constituyentes de abril de 1975 dieron la victoria a fuerzas socialistas moderadas, más cercanas a la socialdemocracia de partidos como el SPD alemán o el PS francés, que lucharon por suprimir la influencia política de militares pro-comunistas, siendo apoyados por un fuerte núcleo derechista concentrado en las provincias al norte del Tajo15 .
En el otoño de 1975 el país estuvo cerca de una guerra civil, pero un fallido intento de golpe de Estado de militares pro-comunistas el 25 de noviembre estabilizó la situación. El régimen socialista desarmó y licenció a los oficiales revolucionarios y restauró la disciplina jerárquica entre las tropas, cuidando que los puestos claves del poder queden en manos de los partidos políticos más votados. En esa situación más tranquila se aprobó la constitución de 1976 y se inició la consolidación de la democracia.
La canción "Grandola Vila Morena", cuya emisión de madrugada en una cadena de radio dio la señal para la sublevación en los cuarteles, fue uno de los símbolos de la revolución portuguesa de 1974; al igual que los claveles rojos con que la población de Lisboa obsequió a los militares salidos a las calles. Esa primavera, todos los focos del mundo apuntaron a la experiencia lusa, que se rodeó de un halo romántico que aún hoy sigue conservando.
En la madrugada del 25 de abril de 1974, un capitán de Caballería portugués de 29 años llamado Fernando José Salgueiro Maia arriesgó su vida por la revolución, le concedieron y se negó a recibir honores y cargos por su arrojo, pero el pueblo - como sucede casi siempre - prefirió a Mario Soares.
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