viernes, 6 de noviembre de 2015

Siddharta: la búsqueda de la sabiduría, la experiencia y la unidad o el Todo

Siddartha es una novela escrita por Herman Hesse en 1922. El escritor vivió en India y la influencia  de aquel país esté patente en la religiosidad y la poesía que inunda el relato. Sin embargo, sus postulados son universales y así señala: “escucha las voces del río, la suma de ellas son un único sonido” y el escritor alemán declaró en vida: “ Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido”.


La historia relata la vida del hijo de un brahmán/sacerdote con deseos de sabiduría. Su padre le adoraba, pero su hijo le mostró su deseo de abandonar la casa para ir con los ascetas. Su deseo era convertirse en un samana. Al principio el padre se muestra reticente de permitir alejarse al hijo pero ante la insistencia de éste de permanecer de pie firme en el mismo sitio hasta la muerte le contesta:”Irás al bosque -dijo-, y serás un samana. Si encuentras la bienaventuranza en el bosque, regresa y enséñamela. Si hallas el desengaño, vuelve y de nuevo sacrificaremos juntos ante los dioses. Ahora ve, besa a tu madre y dile adónde vas”. En su peregrinar le acompañó su fiel amigo Govinda.

Caminó por la despersonalización a través del pensamiento, de vaciar la mente de toda imaginación. Se enteró de estos y otros métodos. Sin embargo, se preguntaba: ¿Qué significa el arte de ensimismarse? ¿Qué es el abandono del cuerpo? ¿Qué se pretende al detener la respiración? Se trata sólo de huir del yo. Es la misma breve narcosis que encuentra el arriero en el albergue cuando bebe algunas copas de  aguardiente de arroz o de leche de coco fermentada. Aquí se despide de Govinda que decide quedarse con los samanas y le felicita porque “te has hecho hombre y eliges tu mismo el camino”.

Siddartha viaja a la gran ciudad, pero antes debe cruzar un río y el barquero le habla que ama el río, le ha escuchado y ha aprendido del río que ¡todo vuelve!.

Al llegar a la gran ciudad se alegró y contempló la belleza de una hermosa y rica cortesana llamada kamala. Frente a su mundo anterior, ahora sí tenía un objetivo. La mujer le enseñó que no se puede “recibir sin dar” (en el intercambio de mercancías o en el amor debe haber reciprocidad). Se convirtieron en amantes  y ella le confesó un día: “Cuando yo sea mayor,  quiero tener un hijo tuyo. Y sin embargo, querido, sé que sigues siendo un samana, que no me  quieres, que no amas a nadie”. Las ansias de  posesión y de riqueza se habían apoderado de Siddharta y el mundo de los sentidos también se había convertido en una cadena.

No soportaba ese juego del sansara (pasar por diferentes estados o reencarnaciones sucesivamente/ eternamente) y deseó morir y al llegar de nuevo al río y sintió una voz llegar desde remotos lugares de su alma: el sagrado Om/sonido del Todopoderoso.

De nuevo se encuentra con Vasudeva (el viejo barquero sabio que sabe escuchar y habla poco) con el que convivirá y compartirá una gran amistad llena de silencios y compartiendo los silencios y mensajes que el río les muestra.

Se reencuentra con Govinda, su amigo de infancia, y se separarán de nuevo, pero sospechando que aún no es la definitiva. Y, también, ha de reencontrarse con Kamala que abandonó su mundo anterior en busca de Buda y lleva con ella al hijo de Siddartha. Una serpiente muerde a la mujer y el padre se muestra feliz con el reencuentro con ese hijo que no conocía. Nuestro protagonista se ha convertido en un buen padre que da lo poco/mejor que tiene a su hijo y, sin embargo, el muchacho es fuente de infinitas penas. Es totalmente distinto a su padre y allí se aburre y, ahora, Siddharta, recuerda que él abandonó con cierta crueldad a su padre que lo había engendrado y dado toda clase de atenciones.

“¿No se  trataba de una farsa, de una circunstancia rara y estúpida, esa repetición, ese recorrer el mismo  círculo fatal? El río se reía. Sí, así era; todo lo que no se había terminado de sufrir y solucionar, regresaba de  nuevo. Siempre se volvían a sufrir las mismas penas.”

Finalmente, el hijo huye y con el apoyo de Vasudeba, Siddharta acepta esta ruptura y la soledad. Vasudeba también marcha al bosque en busca de la unidad y, entonces, se reencuentra con su viejo amigo Govinda.

“Hay que cambiar mucho, Govinda. Hay quien debe llevar muchos hábitos,  y yo soy uno de ellos, amigo. El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede  hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni  enseñar. Esto era lo que ya de joven pretendía, y lo que me apartó de los profesores”.

Esos dos jóvenes que iniciaron el camino con rumbos distintos y éste encuentra en Siddharta un ser extremadamente perfecto que ha logrado el nirvana. Sin embargo, el hijo del brahmán solo encuentra cierta quietud, serenidad y armonía en el final de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario