Esta noticia, unida a un último estudio publicado en la revista Science demostrando que los perros tienen la capacidad de distinguir las palabras que empleamos cuando nos dirigimos a ellos y la entonación que usamos - la transmisión de emociones nos era conocida - concluye que la capacidad de aprendizaje del vocabulario no es exclusivamente humana. Seguro que el ser humano está más evolucionado. Sin embargo, es categórico que debemos dar gracias a los perros – y a otros animales – que nos ayudan en dicho aprendizaje.
Siempre a tu lado. Hachiko (2009) fue dirigida por Lasse Hallstrom e interpretada por Richard Gere, Sarah Roemer, Joan Allen y Jason Alexander en los personajes principales. Richard Gere protagonizó y produjo esta cinta basada en un hecho real ocurrido en Japón durante los años 20 y 30 que ya había sido llevado al cine en la década de los 80 en un film de nacionalidad japonesa titulado “Hachiko Monogatari” (1987) de Seijiro Koyama.
Hachiko es el perro ,de raza akita, del profesor universitario Parker Wilson (Richard Gere) al que todas las mañanas acompaña a su dueño a la estación de tren y todas las tardes vuelve a la misma estación para recibirle después del trabajo. Todo sigue su rutina hasta que un buen día Hachiko espera como siempre la llegada de Wilson pero el profesor no vuelve. El perro esperó a su dueño fallecido durante muchos años hasta su muerte. La significación de este hecho, que representa la lealtad y la fidelidad, es el fundamento de esta película unido al tema de la fugacidad de la vida física y como la felicidad puede desaparecer en un instante con la pérdida de un ser querido. Sin embargo, la muerte es sólo una transformación, pues en otro espacio o plano ambos se reencuentran.
Actualmente, en esa estación, existe una estatua de bronce erigida en su honor y es que Hachiko nos enseñó el valor de la lealtad y que uno nunca debe olvidar a ningún ser amado, aunque sigamos viviendo con plena naturalidad. Su actitud nos debe hacer reflexionar que los actos cotidianos pueden ser grandes gestos que sólo valoramos cuando los perdemos.
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