Foto de Ernesto Cardenal
La revolución nicaragüense es la primera revolución latinoamericana donde los cristianos participaron en forma masiva, no sólo a nivel de base, sino en la propia conducción del proceso revolucionario, tanto en los barrios como en el campo y también, en alguna medida, en la dirección del Frente Sandinista. Comienza a desarrollarse, por una parte, la experiencia de las comunidades eclesiales o comunidades cristianas de base. Esto significa un cambio en el estilo de trabajo de la Iglesia. El cura párroco deja de ser el único elemento que expresa la presencia de la Iglesia y ésta empieza a crear una organización eclesial de base en la que participan los cristianos del barrio.
Un grupo de estudiantes universitarios cristianos deciden abandonar sus cómodos hogares e irse a vivir a los barrios populares. Es allí donde se producen las primeras entrevistas entre los dirigentes de este movimiento y la dirección del Frente Sandinista.
El FSLN siendo conscientes que la religión es una fuerza ideológica bastante poderosa para dificultar o acelerar la conciencia de los pueblos acierta en no crear un doble discurso para los cristianos y otro para el resto del pueblo. Indiscutiblemente, existieron problemas de sectarismo y discriminación hacia aquellos compañeros que provenían de una extracción cristiana. Sin embargo, se superaron de parte de los revolucionarios marxistas reconociendo que los principios del cristianismo, positivamente interpretados, son una base moral para llevar a los hombres a la lucha contra la opresión y las injusticias. Un cristiano puede ser al mismo tiempo que cristiano un marxista perfectamente consecuente. El problema de la existencia de Dios no debe convertirse en un factor que divida a los revolucionarios, que en todos los demás aspectos pueden tener un mismo punto de vista.
De hecho, uno de los fenómenos más relevantes para el desarrollo de la lucha revolucionaria en América Latina, actualmente, es la contradicción que se viene produciendo, desde hace varios años en el seno de la Iglesia Católica entre los sectores progresistas de la misma y aquellos aliados a las fuerzas oligárquicas y pro-imperialistas.
El Frente Sandinista entra en Managua
El 20 de julio de 1979 las columnas guerrilleras del Frente Sandinista de Liberación Nacional entraron en Managua, con un amplio respaldo popular, derrotando a la dictadura de Anastasio Somoza. La Revolución Sandinista permaneció en el poder hasta 1990 cuando el FSLN perdió las elecciones presidenciales frente a la Unión Nacional Opositora (UNO) presidida por Violeta Chamorro que aglutinaba a diferentes partidos de la oposición y contaba con el apoyo de los Estados Unidos. Actualmente, en el 2016, los sandinistas vuelven a estar en el Gobierno, pero qué cosas sucedieron…
Entrada de los sandinistas en Managua
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) surge como un partido político de izquierda creado en 1961 en Nicaragua que se proclamó seguidor del líder nicaragüense Augusto C. Sandino, el cual sostuvo una guerra de guerrillas contra la intervención estadounidense en Nicaragua durante los años de 1927 - 1933. Por tanto, vinculaba la idea de “izquierdas” (reparto de la riqueza) con la “nacionalista” frente al colonialismo USA. En esa época estaban en auge los movimientos anticolonialistas y la Revolución Cubana era un espejo en el que mirarse.
Tras la entrada de los sandinistas en Managua y la huida de Somoza se instaura un nuevo gobierno, formado por un amplio espectro ideológico con presencia socialdemócrata, socialista, marxista-leninista y con una influencia muy grande de la teología de la liberación, que introdujo notables mejoras para los más desfavorecidos en educación, sanidad, mejora de servicios públicos y avances en la igualdad de género. Sus éxitos fueron reconocidos internacionalmente.
El FSLN asumió el gobierno nicaragüense y comenzó a realizar una política de economía mixta a la vez que se repartía las tierras de los latifundistas en la reforma agraria y se nacionalizaba la banca. Los bienes de la familia Somoza y de otros miembros relevantes de la sociedad que sostuvo a la derrotada dictadura fueron expropiados y equivalían al 40% de la economía nacional.
Desde el triunfo de la Revolución y el desmantelamiento de la Guardia Nacional de Somoza, el gobierno sandinista tuvo que hacer frente a la Contra (contrarrevolucionarios), entrenados y financiados por Estados Unidos, con base en Honduras. Los grupos contrarrevolucionarios se fueron alimentando de los descontentos con las reformas revolucionarias. Incluso algún relevante sandinista, como Edén Pastora (Comandante Cero) creó su propio grupo armado de oposición, en este caso con base en Costa Rica. También algunos grupos étnicos como los miskitos se sumaron a estos movimientos antisandinistas.
La llegada al poder de Reagan aumentó la desestabilización del Gobierno sandinista tras aumentar la ayuda económico-militar a la Contra y “bloqueando” la ayuda de otros países e instituciones a Nicaragua. Los contras eran calificados de “defensores de libertad” al igual que “los talibanes” en Afganistán y, sin embargo, la realidad demostró que cometieron actos terroristas y múltiples atrocidades entre la población nicaragüense.
El coste atroz de la guerra demandaba, desde el interior del país, la paz, a la vez que el panorama internacional cambió: cambios en la presidencia de EEUU (Reagan ya no era presidente), comienza la perestroika en la URSS y había una presión cada vez mayor de los países vecinos.
En marzo de 1988 se inician conversaciones, arropadas por los presidentes de los otros países centroamericanos, en lo que se conoció como "Acuerdo de Esquipulas II", entre el gobierno sandinista y la Contra en el que se acuerda una tregua. En febrero del año siguiente se llega al acuerdo de disolución de la Contra y de la realización de las reformas constitucionales que permitirían su participación en la vida política del país, este acuerdo se firmó en la localidad salvadoreña de Costa del Sol.
Entre las principales críticas a los sandinistas se encuentran la censura a los medios de comunicación por decreto de ley (a pesar de ello el principal periódico de oposición, La Prensa, propiedad de la familia Chamorro (importante familia de la oligarquía nicaragüense que había mantenido a Somoza) mantenía su línea editorial íntegra originando su cierre en varias ocasiones). La Iglesia Católica también fue acusada de desestabilizar la Revolución y mantuvo unas tirantes relaciones con el gobierno. Por supuesto, también había sido tildados de comunistas servidores de Moscú (y no de Washington).
En las elecciones presidenciales del 25 de febrero de 1990, el F.S.L.N. entregó el poder a Violeta Barrios de Chamorro, líder de la UNO (Unión Nacional Opositora), coalición antisandinista apoyada por los Estados Unidos y que jugaba con la idea de una “derecha democrática”.
Violeta Barrios de Chamorro
Bajo el liderazgo de Daniel Ortega Saavedra el Frente Sandinista ha sufrido una profunda reconversión con una política más centrista y parlamentaria y tejiendo alianzas con antiguos enemigos, incluyendo el acercamiento a la jerarquía de la Iglesia Católica que le ha llevado a ganar las elecciones en 2006 y permanecer, actualmente, en el poder. ¡qué pena!.
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