La película en blanco y negro, se estrena en 1961, surge a partir de una campaña ideada por el régimen franquista que, bajo el lema “siente un pobre a su mesa”, pretendía aumentar en el pueblo un sentimiento de caridad cristiana hacia los desheredados, pero que, en realidad, y como Berlanga consigue mostrarnos, esconde una manera de limpiar las conciencias burguesas, algo de lo que hoy se encargan los “telemaratones solidarios de Navidad” o cualesquiera de otros eventos que esconden las causas intrínsecas de la pobreza y buscan la lágrima fácil del espectador para conseguir audiencias y, al igual, que al personaje del Sr Quintanilla, los pobres les importan un bledo.
El encargado de organizar esta fastuosa cadena de eventos es Quintanilla, quien ha contratado para la ocasión a Plácido, un pobre hombre que debe cooperar con el motocarro que acaba de adquirir y aún no ha empezado a pagar. La trepidante actividad en que se ve envuelto Plácido le impide abonar a tiempo la primera letra de la compra del vehículo.
El título del guion era, al principio, “Siente un pobre a su mesa”, pero problemas con la censura les obligaron a llamarla ‘Placido’, como el principal personaje masculino. La película obtuvo una gran repercusión internacional en su momento (nominada al Óscar a la mejor película de habla no inglesa, finalmente derrotada por Como en un espejo, de Ingmar Bergman).
Es una obra maestra del cine español concebida como una inmejorable comedia costumbrista coral que refleja un devastador retrato social. Al final de la cinta, unos niños entonan un villancico que dice: “Madre en la puerta hay un niño y gritando está de frío, ande dile que entre y así se calentará, porque en esta tierra ya no hay caridad, ni nunca la ha habido ni nunca la habrá.”
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