En un comentario anterior de mi blog mencionaba que la
selección española de futbol estaba apática, disgregada, carente de encontrar
un sistema de juego en común. Esa idea, si la trasladamos al contexto político
social, es la que José Ortega y Gasset desarrolla en ‘La España invertebrada’,
un ensayo de artículos publicados en el diario El Sol que se editan como volumen
por primera vez en 1922.
La unión política de las Coronas de Castilla y Aragón hizo posible la
primera unidad nacional, y, en definitiva, el primer Estado moderno, así se
apreció por pensadores políticos de la talla de Maquiavelo y Guichiardini. El
hilo conductor es la idea de nación como proyecto para el futuro que consigue integrar a las partes en un todo superior “sin anular el carácter de unidades vitales propias que
antes tenían”. Recordemos la famosa frase: “Tanto monta, monta tanto, Isabel
como Fernando”.
No obstante, para Ortega, el proyecto nacional español es
castellano. “España es una cosa hecha por Castilla”, y su afán de grandes empresas requirió la
unión con Aragón, y la unificación de su política internacional. Dicha unión o “proyecto
en común favoreció a ambas Coronas. Desde los Reyes Católicos hasta la segunda
década del reinado de Felipe II el proyecto
va creciendo por sucesivas incorporaciones. Sin embargo, desde 1580 la historia
de España es decadente y dispersiva, “el
proceso de desintegración avanza en riguroso orden desde la periferia al centro, de forma que el desprendimiento de
las últimas posesiones ultramarinas (1889) parece ser la señal para el comienzo de la dispersión
intrapeninsular , y, a partir de 1900, se empieza a oír el rumor de
regionalismos, nacionalismos, separatismos...
España como problema es motivo de reflexión permanente,
tanto para la generación literaria del
98, así como para la del 14, de la que Ortega sería figura principal. Se
mencionan entre las causas de los males la de abordar una auténtica
regeneración del sistema de partidos políticos que se habían forjado en torno a la monarquía/constitucionalistas,
la falta de ubicación de nuestro país en Europa, la movilización callejera/las
masas, la forma de Estado: Monarquía o República,etc. El principal mal para
Ortega reside en “la desarticulación del
proyecto sugestivo de vida en común”.
Los nacionalismos vasco y catalán comienzan su andadura
doctrinaria y de acción política a
partir del fatídico 1898. Y el pensador madrileño había señalado que “el problema de España era
político”, pero que su alcance era
mayor, porque nada menos que” era la propia España el problema primero de
cualquier política”.
“La verdadera cuestión española era que el Estado carecía
de autoridad positiva para hacer frente
a las fuerzas de la disgregación”. Este proceso de desintegración
particularista no es, sin embargo, solamente imputable a algunas de las partes que desintegran el
todo, porque también el núcleo inicial, “Castilla, ha deshecho España”, al ser la primera en
mostrarse particularista desde el poder central.
El particularismo no es solamente una característica de
la desarticulación territorial, sino que
afecta como mal general a todos los sectores de la sociedad española “empezando por la Monarquía y siguiendo por
la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo” porque el particularismo es
el denominador común, la manifestación de la
perversión más profunda del alma de nuestro pueblo: el odio a los mejores,
que ha llevado a la carencia de minorías
directoras. Sostenía que España fallaba
precisamente por falta de tales minorías selectas que la vertebrasen, habiéndolo
hecho todo “el pueblo”.
Es decir, faltaba un buen entrenador como Luis Aragonés
que transmitiera una filosofía o sistema de juego asumido por los jugadores
para darles coherencia y confianza en un proyecto común: “ganar un campeonato
europeo y poner las bases para el mundial”.Esto lo digo, medio en broma, medio en serio...
En otro comentario del blog me gustaría señalar los
aciertos, fallos y contradicciones de un pensador liberal, parlamentarista y
sus concepciones cuasi falangistas/nazis. Para Ortega, una sociedad “sana”
es aquella que se rige por la ley de “ejemplaridad/docilidad”: ejemplaridad de
las élites, imbuidas de representatividad política, y docilidad de las
mayorías, respetuosas de una jerarquía natural y necesaria.
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