martes, 14 de julio de 2015

Truman Capote, “A sangre fría”

El universo literario de Capote es el profundo sur de Estados Unidos, donde nació el escritor (1924-1984). Su infancia fue difícil y empezó a escribir para mitigar su soledad. Dos novelas suyas han logrado el éxito comercial: “Desayuno en Tiffany’s” con versión cinematográfica/Audrey Hepburn y “A sangre fría” (1966) que será su trabajo más celebrado y, también llevada a la gran pantalla. Con esta novela acuñaría el término non-fiction-novel, una expresión para señalar que la había escrito como si fuese una novela de ficción, pero en la que los personajes y las situaciones los había sacado de la vida real. Así, era una combinación de novela-reportaje periodístico con numerosos diálogos y textos cortos.


Truman leyó la noticia del asesinato de la familia Clutter. En un pueblecito de Kansas (padre, madre, hijo e hija) habían sido asesinados brutalmente sin causa aparente. Una familia querida por sus vecinos y sin que la policía fuera capaz de encontrar un móvil para dichos crímenes. El periodista/Capote debía indagar sobre aquellos acontecimientos, pero a él, en principio, le interesaba la reacción ante aquellos hechos por parte de una pequeña comunidad como Holcomb. Una sociedad confiada que, ante la gravedad de los hechos, es presa de la desconfianza y el temor entre sus vecinos.

Utilizando las técnicas de guionista cinematográfico, el autor presenta a los principales protagonistas con breves y dinámicas escenas: los Clutter (el bien/los corderos) abocados al sacrificio/destino y conduciendo un coche carretera adelante van los dos verdugos/mal, se va adelantando en los acontecimientos de una tragedia griega. Aparece el suspense y una desbordante vitalidad en las escenas previas al desenlace.


Capote va relatando la vida de los asesinos (Richard Eugene/Dick y Perry Edward Smith) y los preparativos para ir a Holcomb en busca de una caja fuerte, que ni siquiera habían comprobado que existía. Un preso que había sido compañero de celda de Dick le mencionó la caja que guardaba dentro de su casa un granjero muy rico de Kansas y a partir de esas palabras Dick planeó y relató a dicho preso cómo conseguiría hacerse con el dinero. Para llevar a cabo su propósito contaba con otro preso que había conocido/Perry para eliminar a los testigos si de daba el caso. Sin embargo, la confidencia al primer presidiario les resultó letal en el futuro, pues fue la clave para seguirles la pista, detenerles y enjuiciarles. La policía obtiene la confesión de los asesinos y son condenados a la pena capital/la horca. 

Aquí, Capote nos va transmitiendo las dos caras del sistema judicial. Por un lado, reconstruye la vida de los asesinos y toma partido, sobre todo, por uno de ellos/Perry con el que Capote se sentía muy identificado ya que ambos habían tenido una madre alcoholica, ausencia de padre, hogares extraños, ridiculizados desde pequeños y criados sin ningún tipo de afecto. Se ha escrito que Perry y Capote llegaron a mantener relaciones homosexuales. El autor se documentó hablando con un siquiatra que le ayudara a desentrañar la sicología de los asesinos. Así, uno de ellos confiesa comprender que la sociedad quiera venganza “él la hubiera pedido para otro, de no ser el culpable”.

Para Capote, que en opinión de una amiga, era también un sicópata, el resultado de la historia es que “no murieron cuatro personas en aquel crimen; fueron seis”. 

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