miércoles, 25 de abril de 2018

Cifuentes, una crema para caras duras

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes,  ha dimitido después de estallar el escándalo del máster y tras un vídeo publicado por OkDiario que muestra a la presidenta  retenida por los guardias de seguridad de un supermercado acusada de haber hurtado dos cremas en el pasado. Ella siempre ha negado, como cualquiera que comete una falta, y solo lo achacaba  a una maniobra de acoso y derribo de sus adversarios (desconozco si se refería a los de su propio partido o a los de la oposición). Es posible que ambos tuvieran ganas de venganza porque, seguramente a sus espaldas, ella arrastraba muchos “cadáveres políticos”.


Pasó del “Yo no dimito” al “Tenía pensado dimitir el 2 de mayo” (igual sacaba los cañones como Daoiz y Velarde) y, de pronto, “Me voy ya mismo”.

La presidenta se quedo tan pichi y con cara de chotis cuando dijo: "Mi actitud de tolerancia cero ante la corrupción tiene este precio”. Una actitud soberbia que no tenía en cuenta que el arsénico se lo estaban dando con cuentagotas y a cada mentira, la presentaban una nueva prueba o evidencia.

Esta mujer siempre ha tenido, al menos para mí, cierto morbo. Me ha recordado a la madrastra de Blancanieves en su última etapa o a la chica mala de un culebrón suramericano.

Su fisonomía ha cambiado tanto, a lo largo de su vida, que bien podía constituir el catálogo de “las mil caras del agente secreto”.


Respecto al asunto de las cremas declara: "Me lo llevé por error, me lo dijeron y a la salida los aboné”. Entre lo poco sensato de sus disculpas aparece: “ Yo he cometido muchos errores a lo largo de mi vida (...)”, pero se olvidó de la ley del karma…

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