miércoles, 4 de septiembre de 2019

José Luis de la Rica regresa a casa


Querido amigo lo has logrado. Deseabas que los médicos del cielo y la Tierra te dejaran marchar para unirte a tus dos hijos que se fueron antes. Sabías que, antes no era tu momento, debías seguir ayudando a tanta gente que sufría.

La semana pasada nos dijiste un ¡hasta pronto!, pues el tiempo y el espacio no son como lo concebimos desde nuestros sentidos físicos. Todos los que te conocemos sabemos que tu presencia estará siempre con nosotros.

Al cielo soltamos globos, como lo hiciste cuando se despidió tu hijo Roberto, y nos emocionamos viéndolos elevarse a lo más alto.

Ayudaste por amor, a los que nos sentíamos desolados, ya que tú siempre decías que la ayuda nunca puede ir condicionada a ningún tipo de interés que no sea eso, amor.

Maricarmen y yo realizamos contigo varias meditaciones del “Vuelo de la Mariposa” para contactar con nuestro hijo Diego. Aún dudo, sí esas emociones que sentí fueron reales o imaginadas. Sí tengo la certeza que fueron maravillosas.

Te comenté que sentía una envidia sana hacia ti, pues tú no dudabas de la vida más allá de la muerte y me respondiste que era todo parte de mi evolución espiritual pero que, al final, lo lograría. 

Compartimos ese sentimiento tan fuerte hacia la figura de Jesús pero yo me sentía “abandonado por él y enfadado”. Me contestaste que cuando murió tu hija Elena “ te cagaste en él después de haberle amado tanto”, no podías entender la razón del llevarse a una niña que enfermó de cáncer.

Pensaste incluso en el suicidio, pero implorando a Jesús te rendiste mientras, Ana, tu mujer, decía que sentía y olía a la niña en vuestra casa. Paradojas del destino, fuiste buscando y acertaste con un tipo de meditación que denominaste “El Vuelo de la Mariposa” para contactar con nuestros amigos del azul. Aparentemente por casualidad yo buscaba en youtube vídeos sobre la vida más allá de la muerte. Encontré a Emilio Carrillo y a través de él acudí a ti para realizar ese primer Vuelo de la Mariposa.  

Todo tiene una serie de causas y efectos, nada es por azar. Me dijiste: “Jesús, no nos abandona. Está deseando que llamemos a su puerta para recibirnos". Si todo no ha sido un juego de nuestra mente sé, seguro, que tú, José Luis, estás a su lado.



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