sábado, 28 de marzo de 2015

La crisis de la Alta Velocidad en España


El pasado jueves, FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) presentó un estudio en el que se constata que la alta velocidad en España no es rentable.




Es más, solo dos líneas, a nivel mundial, ofrecen beneficios: Tokio-Osaka (Japón) y París-Lyon (Francia). Tramos que abarcan una gran densidad de población con fuertes recursos económicos. Mientras tanto, en España nos preparamos para llevar el tren a Galicia.

Antes del informe de Fedea; sindicatos y profesionales ferroviarios denunciaron el abandono de la red convencional (necesita mejoras) y una apuesta irracional por vertebrar todo nuestro territorio de alta velocidad sin atender a consideraciones técnicas, solo políticas.

La fiesta empezó con el felipismo: la burbuja especulativa, las Olimpiadas de Barcelona., las sevillanas, el españolismo, el AVE Madrid-Sevilla. Los sucesivos gobiernos del PP continuaron la fiesta y el “España va bien”. Felipe y Aznar, al que los palmeros aplauden como “grandes gobernantes” han tirado con pólvora ajena,  pretendiendo que España “sin ser”, “lo fuera” (importante). Así, España era como esos hidalgos que no teniendo para comer, se procuraban pasear con un palillo de dientes entre la boca para que la gente creyera que habían comido.

En aquella época, algunos se forraron, el resto de ilusos se conformaron con la ilusión de ser/parecer y es que en España todos queremos ser “más que el otro”, aunque “sea más tonto”, pero más. En esta geografía, la cigarra tiene más futuro que la hormiga. 

El Tribunal de Cuentas francés y un informe de la Cámara de los Lores han desaconsejado  la inversión en más líneas de alta velocidad porque no se lo pueden permitir. Mientras esto ocurre, el Ministerio de Fomento, en pleno año electoral, quiere poner en servicio 1.000 kilómetros más para conectar ocho capitales a la red de ancho internacional.

FEDEA señala que en España se han construido infraestructuras sin una planificación global. Así, el tren y el avión se hacen la competencia entre sí para llegar al mismo fin. (Dos jugadores en el terreno pisando la misma posición en el césped).

El análisis de la rentabilidad financiera es totalmente negativo. Los sucesivos gobiernos han gastado 50.000 millones de euros en alta velocidad porque en sus análisis han sobreestimado la demanda (intencionadamente o por ignorancia/sin responsabilidades políticas/ ni electorales/ como siempre).

La mejor línea: Madrid-Barcelona, solo cubre el 50% del coste. Renfe ha abandonado, acertadamente, una política de precios para ejecutivos y ha bajado los precios para acercar un mayor número de usuarios. Sin embargo, no en número suficiente para cubrir la pérdida que ocasiona la bajada de las tarifas. Al menos, democratizas el viaje en dicho tren.

Se ha debatido para defender las inversiones con la existencia de una rentabilidad social y política: ahorro en el tiempo de viaje de los pasajeros, evitar otros transportes más contaminantes, internacionalizar nuestras empresas, vender la marca España y aumentar el desarrollo económico de pequeñas ciudades.

En efecto, debemos atender a algunos de estos puntos que son ciertos, pero que solo se llegará a buen puerto con una planificación muy detallada. Nuestra tecnología en el ámbito ferroviario es puntera y la internacionalización de nuestras empresas lo constata (Proyecto Haramain, etc). El ferrocarril es menos contaminante que la carretera o el avión. Sin embargo, aumentando la velocidad en la red convencional con un coste mucho más modesto se logra este propósito y, además, se hubiera beneficiado el transporte de mercancías, ya que la vía de alta velocidad no es adecuada para dicho transporte al disponer de tramos de mayor pendiente. 

Además, existen informes que detallan que las pequeñas ciudades estarán sometidas a fenómenos de atracción y deslocalización en función de su tamaño y distancia que las separa. Así, las ciudades de tamaño pequeño corren el riesgo de ser absorbidas por las mayores.
 

 

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