martes, 6 de octubre de 2015

Y la Princesa encontró al Ceniciento a medianoche en París

Múltiples son los títulos que se me ocurren para comentar una maravillosa película de Woody Allen, me refiero a Midnight in Paris. Como en toda la filmografía del director, el amor es el tema principal y, luego, el pretexto: un crimen, el mundo de la magia, los gangsters o lo que se le ocurra, pues va sobrao.


La cinta está escrita y dirigida por Allen y ganó en el 2011 el óscar al mejor guión. Destacar que ha sido su película más taquillera en los Estados Unidos y este dato lo resalto porque siempre ha sido un director más valorado en Europa que en su país. En uno de sus filmes, “Un final made in Hollywood” apunta: “Por alguna razón me aprecian más en Francia que aquí. Los subtítulos deben de ser realmente buenos.”

La sinopsis del guión es la siguiente: un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer...

En primer lugar hay una fase de presentación de los personajes y de París. El joven pretende ser un escritor célebre, casi inmortal y es profundamente idealista. Su novia, por el contrario, es el polo opuesto: materialista y práctica. Su carácter está perfilado físicamente en una hermosa joven rubia.

Una fotografía maravillosa nos muestra una ciudad real para turistas, pero ¡ojo, preciosa, muy hermosa!. La Ciudad de La Luz con cambios de colores y tonos y de fondo el tema musical “Si tu vois ma mère" acompañando las imágenes.




La visita a la ciudad, las cenas con los padres de Inez y los encuentros con una pareja amiga van mostrando cada vez con mayor claridad las diferencias entre la pareja protagonista. Mientras él sueña con vivir en París (ciudad que tiene idealizada por su glorioso pasado) y escribir una novela protagonizada por un tipo nostálgico, Inez pretende que se establezcan en Estados Unidos y que Gil siga siendo guionista de películas malas y comerciales. Gil se pierde de camino al hotel. A medianoche, un vehículo se detiene junto a él. Gil sube y…  es trasladado a los años 20.


Gil se encuentra en su salsa en los años 20. Hace varios viajes nocturnos a la época y conoce a muchos artistas que le inspiran para su obra (Picasso, Hemingway, Dalí, Fitzgerald, Gertrude Stein…). También encuentra a la adorable Adriana, una musa de este grupo. Mientras, la relación de Gil e Inez se va enrareciendo: él prefiere vivir en el pasado y ella acaba perdiendo el interés por los extraños paseos solitarios nocturnos del novio. Cada vez pasan más tiempo separados pero ninguno de los dos parece sufrir por ello: Gil escribe a buen ritmo inspirado por sus nuevos amigos mientras Inez dedica el tiempo a salir a bailar con Paul, al que ella, inexplicablemente, no encuentra pedante. Gracias a unos diarios que compra a un librero de viejo en el tiempo presente, Gil se entera de que la fascinante y algo elusiva Adriana está(ba) enamorada de él.

Gil vuelve al pasado con un regalo para declarar su amor a Adriana. No le confiesa su secreto (que viene del siglo XXI) y parece decidido a quedarse en los años 20 con ella. Adriana se conmueve y besa a Gil. De pronto, llega un coche de caballos.

En el juego del salto del tiempo/espacio (lo recrea también en La rosa púrpura de El Cairo) hay una escena cómica y entrañable.

El joven guionista está conversando en el bar junto a Dalí, Buñuel y Man Ray (fotógrafo y escultor surrealista norteamericano afincado en París) y les comenta:
- A través de un salto en el tiempo, vengo de un futuro hasta aquí
- Le responden con absoluta normalidad: “Correcto. Habita dos mundos. No vemos nada extraño”.
- “Sí, pero es que ustedes son surrealistas”.

            

El coche lleva a Adriana y Gil a la Belle Époque parisiense. Se ha repetido el fenómeno. Un nuevo salto al pasado. Adriana, fascinada en esa época, decide quedarse en ella, aunque esto le separe de Gil. Éste vuelve al presente, asumiendo que es su tiempo, que no puede huir de él. Sin embargo, también sabe que existe un amor más auténtico que el suyo con Inez. Rompe con ella. Decide seguir en París y perseguir su sueño de ser escritor. A medianoche, paseando solo, encuentra a una chica con la que tiene muchos gustos comunes. Se intuye que entre ellos puede surgir el amor.


Es plenamente consciente que se ha limitado a soñar, toma las riendas de su vida y se da cuenta que su mundo es el presente. Una toma de la realidad pero a través de la magia de un cuento enmarcado en París.

No hay comentarios:

Publicar un comentario