lunes, 20 de febrero de 2017

El carnaval y los bailes de máscaras

Los bailes de máscaras vivieron su apogeo, en el siglo XVIII, en dos ciudades europeas: Venecia y París. Desde allí, la aristocracia/la clase dirigente los exportó por toda Europa. En los salones donde se celebraban las fiestas todo era majestuoso y mundano. El dinero, la elegancia, lo sensual y la transgresión/con la careta formaban parte del placer de una sociedad decadente. En aquella época se hicieron famosos los bailes del duque de Osuna por sus desorbitados gastos y, así, nos ha llegado la anécdota cuando, en la corte zarista, la zarina lució una carísima estola de piel de zorro azul que solo se encontraba muy escasa en una inhospita zona de Siberia. Esta presentación pública despertó el interés y la envidia de toda la corte, pero al poco tiempo el cochero y el lacayo del duque de Osuna llevaban una en su cuello porque esa pieza solo estaba al nivel de los criados del aristócrata.


Cuanta más gente mejor y se consideraba un baile muy bueno cuando a uno lo aplastaban. En esas fiestas todo estaba permitido y el uso de la máscara no conociendo la identidad de la persona que se escondía tras ella provocaba la intriga y el morbo.

Al estallar la Revolución Francesa en 1789, las máscaras fueron prohibidas y se rompió la tradición de los bailes de Carnaval. Éstos volverían en 1799 cuando la burguesía comenzó a imitar las costumbres sociales de la aristocracia. De igual manera como los proletariados imitan las costumbres burguesas.

Aquí, en España, Mariano José de Larra, el padre del periodismo español y un típico burgués de la época del siglo XIX escribe en uno de sus célebres artículos:’El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval’ y cita que es invitado por un amigo a acudir a un baile de máscaras en Madrid y nos narra: “ ¿Qué mejor careta ha menester don Braulio que su hipocresía? Pasa en el mundo por un santo, oye misa todos los días, y reza sus devociones; a merced de esta máscara que tiene constantemente adoptada, mirad cómo engaña, cómo intriga, cómo murmura, cómo roba... ¡Qué empeño de no parecer Julianita lo que es! ¿Para eso sólo se pone un rostro de cartón sobre el suyo? ¿Teme que sus facciones delaten su alma?”.


“En todas partes hay máscaras todo el año; aquel mismo amigo que te quiere hacer creer que lo es, la esposa que dice que te ama, la querida que te repite que te adora, ¿no te están embromando toda la vida? ¿A qué, pues, esa prisa de buscar billetes? Sal a la calle y verás las máscaras de balde”.

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