Salvatore, director de cine de éxito, vuelve a su pueblo natal para asistir al funeral de su viejo amigo Alfredo, quien fue el proyeccionista del cine local durante su infancia en Sicilia. Pronto los recuerdos de su primer amor con la bella Elena y de todos los capítulos que marcaron su feliz infancia vuelven a su mente, conectando a Salvatore con la comunidad que abandonó 30 años atrás. El pequeño "Totò" no se separaba del lado de Alfredo, que coleccionaba en secreto todos los descartes que el sacerdote -el censor definitivo- cortaba de las películas proyectadas. Como si de un tesoro se tratase, Salvatore rememora todas las caricias y besos prohibidos conservados en un vieja cinta de Super8 que Alfredo archivó para entregárselas como recuerdo en un futuro.
Este melodrama constituye un retrato sentimental de la Italia de la posguerra y una declaración de amor al cine. Por eso mismo, el cine es texto y pretexto, pues nos habla de la sencillez y limitaciones de una comunidad pequeña y cerrada, razón por la que Alfredo aconseja a Salvatore se aleje de allí para labrarse un futuro.
La sala de cine era un lugar de encuentro y asociación de los vecinos. Al entrar se saludaban, aún cuando la película hubiera comenzado. Allí, los novios se besaban aprovechando la oscuridad de la sala y, un buen día, el cine se incendió /acabó en cenizas al igual que todas aquellas cosas obsoletas por los cambios pero que siempre guardan un halo de nostalgia como los cines de barrio.
Alfredo le dice a Totó a modo de recordatorio, que nunca se le ocurra volver ni mirar atrás, que se olvide del recuerdo para seguir avanzando.
El director y guionista es Giuseppe Tornatore quien recibió en 1989 el premio a la mejor película de habla no inglesa junto a otros muchos galardones.
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