Luego, la película retrocede para explicar cómo se llegó a esa situación de represalia a las clases poseedoras, centrándose en la relación dialéctica que mantienen Alfredo (Robert de Niro), nieto del patrón de la finca (Burt Lancaster), y Olmo Gerard Depardieu), hijo bastardo de una campesina. Los protagonistas: Alfredo y Olmo serán amigos inseparables desde niños, pero vivirán el enfrentamiento de sus respectivas ideas e intereses.
El personaje de Attila (Donald Sutherland) representa al administrador de la finca/el fascismo que, como su nombre indica, ejerce la violencia frente a los trabajadores, pero es un perro obediente frente al patrón, eso sí con la secreta esperanza que en un futuro pueda ser él quien ejerza el auténtico mando/dinero.
Años más tarde, con la liberación de Italia por los aliados, los campesinos armados capturan a Attila y a su mujer (la prima de Alfredo) y ejecutan al primero, así como también un joven campesino captura a Alfredo, el patrón, y realizan un juicio popular contra él, convocado por Olmo, que reaparece tras haber estado escondido en la propia hacienda.
Alfredo/ representa el liberalismo y aunque no apoyó al fascismo es acusado de consentimiento y de beneficiarse de las labores de los campesinos mientras que estos sufrían en la miseria. Finalmente, Alfredo no es condenado a muerte, los campesinos se limitan a gritar: “el patrón ha muerto”. El Comité de Liberación Nacional llega a la hacienda e insta a todos los trabajadores a deponer las armas, acto que cumplen puntualmente. Entonces, Alfredo dice: “El patrón está vivo”.
La película apunta a la victoria de Estados Unidos restaurando el capitalismo y frenando el avance de las transformaciones revolucionarias en Francia e Italia, países en los que sus respectivos partidos comunistas habían adquirido una gran fuerza debido a su coraje para combatir al fascismo.
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