En 1938, en el frente de Extremadura, Miguel Gila sería capturado y “fusilado”. De toda su intensa trayectoria durante la guerra Gila nos dejó testimonio en su libro biográfico “Entonces nací yo”, un libro lleno de matices, irónico y humorístico a veces, y otras, de una intensidad y un dramatismo que ponen en el lector un nudo en la garganta.
Nos fusilaron al anochecer, nos fusilaron mal.
El piquete de ejecución lo componían un grupo de moros con el estómago lleno de vino, la boca llena de gritos de júbilo y carcajadas, las manos apretando el cuello de las gallinas robadas con el ya mencionado "ábrete Sésamo" de los vencedores de batallas. El frío y la lluvia calaba los huesos. Y allí mismo, delante de un pequeño terraplén y sin la formalidad de un fusilamiento, sin esa voz de mando que grita: "¡Apunten! ¡Fuego!", apretaron el gatillo de sus fusiles y caímos unos sobre otros. Catorce saltos grotescos en aquel frío atardecer del mes de diciembre. Las gallinas tuvieron poco tiempo para respirar, el que emplearon los del piquete de ejecución en apretar sus gatillos. Y sobre la tierra empapada por la lluvia nuestros cuerpos agotados de luchar día a día.
Catorce madres esperando el regreso de catorce hijos. No hubo tiro de gracia. Por mi cara corría la sangre de aquellos hombres jóvenes, ya con el miedo y el cansancio absorbidos por la muerte. Por las manos de los moros corría la sangre de las gallinas que acababan de degollar. Hasta mis oídos llegaban las carcajadas de los verdugos mezcladas con el gemido apagado de uno de los hombres abatidos. Ellos, los verdugos, bañaban su garganta con vino, la mía estaba seca por el terror. No puedo calcular el tiempo que permanecí inmóvil. Los moros, después de asar y comerse las gallinas, se fueron. Estaba amaneciendo.
Y, como un milagro, amaneció para Gila
En 1939 le internan en un campo de prisioneros, donde coincidió con el poeta Miguel Hernández. Después pasa por los penales de Yeserías, Carabanchel yTorrijos, y a continuación cumplió un servicio militar de cuatro años.
Entre 1943 y 1944 comienza su trabajo como humorista gráfico en "La Exedra'", revista editada en Salamanca por un grupo de universitarios y, más tarde, en dos revistas legendarias del humor: Hermano Lobo y La Codorniz, pero según sus palabras el éxito le llegó en 1951 cuando actuó en Madrid como espontáneo en el teatro de Fontalba, donde contó un improvisado monólogo sobre su experiencia como voluntario en una guerra.
Con los años vino la fama (fundamentalmente a través de sus monólogos absurdos, surrealistas y lúcidos) en donde no empleaba palabras malsonantes. En Hispanoamérica tuvo una gran acogida.
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