En 1894 sale a la luz el caso Dreyfus. Se acusa al capitán, judío y alsaciano, de alta traición y pese a su declaración de inocencia se le condena a cadena perpetua en la Guayana francesa.
Dos años más tarde (1896), el coronel Picquart descubre un telegrama que confirma que Dreyfus no es el informador de los alemanes sino que el verdadero traidor había sido el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy.
Picquart informa a sus superiores del error cometido y ello le ocasiona que le envíen a Túnez. Además, los tribunales militares se niegan a reabrir el caso, pero no logran evitar que el hermano de Alfred consiga algunas ayudas políticas para promover una campaña en Le Figaro para exigir que se investigue a Esterhazy y se revise el juicio.
En diciembre de 1897, Esterhazy, cuya letra es idéntica a la de los facsimiles del escrito que la prensa ha reproducido, es inculpado y comparece ante un tribunal militar; los jueces lo absuelven en enero de 1898.
Zola también plantea la cuestión ante la opinión pública en su famosa carta al presidente de la República, titulada J’accuse y que se publica en el diario L’Aurore de tendencia izquierdista. Así, la polémica desencadena la hostilidad entre la derecha militarista y la izquierda socialista o radical.
El escritor naturalista utiliza a nivel periodístico, las mismas armas que sus enemigos: titulares sensacionalistas y voceros (chavales que gritaban los titulares de los periódicos para su venta). El mensaje consigue levantar la polémica, pero la respuesta popular no fue positiva, solo los intelectuales y una minoría de la población estaba de acuerdo con Zola.
El origen judío y alsaciano del capitán Dreyfus incidía en los prejuicios del pueblo francés muy vinculado a su ejército por el chovinismo. No obstante, aparece un enfrentamiento político - al margen del jurídico - . Zola es juzgado y enviado al exilio, pero el caso, finalmente se reabre porque ciertos sectores cambian de opinión y bando (Ej: el general Clemençau).
Una parte de la prensa (Le Petit Jounal) ataca a Zola, acusando a su padre de malversación de fondos. El escritor consigue desmontar todas las mentiras y verifica que el Estado Mayor del Ejército estaba detrás de la campaña de prensa difamatoria.
Hasta 1906 no obtendrá Dreyfus la rehabilitación en el ejército. Cuatro años antes, el novelista muere misteriosamente en su casa. El escritor había recibido numerosas amenazas de muerte, pero el “caso Zola” nunca llegó a esclarecerse.
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