lunes, 23 de mayo de 2016

Una visita a “La Santina” para pedir su protección

Un conocido asturiano - espero poder llamarle “amigo” con el transcurso del tiempo - nos refirió a mi mujer y a mí su fervor por La Virgen de Covadonga, animándonos a acudir a la cueva donde se encuentra la imagen de “La Santina” para ponerla una vela y rogar su intervención para solucionar ese problema que nos hacía sentirnos como Don Quijote cuando luchaba contra los molinos de viento.


Acudimos con fe - solo nos quedaba eso – y llegamos a Cangas de Onís (Asturias) para pasar dos días (14 y 15 de mayo) y regresar a Madrid el 16, después de desayunar. Nos encontramos con el típico clima del norte en esta época: cielo gris, humedad, pero nada de frío. Una chaqueta bastaba para caminar por la calle. Al menos, me bastaba a mí, mi mujer por la noche echó otra manta. Personalmente, me gusta más el norte aunque no por ello excluyo el paisaje y el colorido del sur que siendo diferente es también digo de elogio. Es algo así, como Serrat cuando canta a una mujer y la dice: “Lo común, me reconforta; lo distinto, me estimula”.


Los peregrinos encendíamos las velas a la entrada de la gruta y, al fondo, vimos el santuario con la talla policromada de la Virgen revestida de un manto rojo, sujetando en su brazo izquierdo al niño Jesús. Nos sentamos en uno de los bancos y oramos. Al salir de allí, nos encontrábamos serenos y confiados en la Biblia cuando cita: “Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz”.


A la espera del milagro y utilizando todos los recursos materiales posibles a nuestro alcance para ganar a “las fuerzas del mal” decidimos esperar y concedernos un pequeño tiempo de asueto y paz para disfrutar de los prados verdes, las vacas caminando tranquilas por la carretera y las ovejas a su libre albedrio pues el perro del pastor parecía estar atento a la conversación de su dueño con otro hombre.

Dios imaginó unos Lagos para regalar a las gentes de esta tierra y ellos le ofrendaron con la construcción de una magnífica basílica elevándose hacia el cielo. Ni qué decir tiene que en Asturias comimos muy bien y bebimos sidra escanciándola apretando el botón rojo de la botella y - como tontos - nos divertía realizar tal cosa.


Según la tradición, la Virgen ayudó a los cristianos capitaneados por Don Pelayo, provocando un desprendimiento de rocas en la conocida como batalla de Covadonga, que diezmó el ejército árabe. Esta victoria es legendariamente considerada como el inicio de la Reconquista y la reinstauración de los reyes cristianos en la Península.

Al igual que Don Pelayo, hemos rogado a “La Virgen Madre” para reconquistar la VERDAD y la JUSTICIA y espero, dentro de unos meses, explicar con total claridad el caso que nos ocupa y si ganamos o fuimos derrotados.

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