El género cinematográfico del western es, principalmente, un tratamiento de la conquista y colonización del Oeste de Estados Unidos. Estas películas se produjeron básicamente entre los años 20 y 60 del pasado siglo y, en las primeras décadas, se concebían como la épica de una nación forjada por los colonos y los indios, el elemento nativo, eran los salvajes pieles rojas.
El western lleva tras de sí un universo que ha pasado a ser concebido como el propio de la historia de los Estados Unidos: aldeas, sheriffs, forajidos, bancos, saloons, barberos, pieles rojas, pioneros, caravanas, la Fiebre del Oro, etc. Entre estos aspectos, el ferrocarril destaca quizá por encima de todos, ya que son pocas las películas en las que no aparezca.
Las que lo incluyen están centradas en la segunda fase colonizadora, correspondiente a la segunda mitad del s. XIX, cuando ya una vez alcanzado el Pacífico se buscó consolidar las fronteras y la eliminación de los últimos reductos indios. En ambos casos, la construcción de la red ferroviaria jugó un papel fundamental.
El ferrocarril supuso un empujón definitivo a la conquista del Oeste americano y así queda reflejado en la mayoría de los clásicos del western.
Los medios de transporte más comunes en la primera mitad del s. XIX eran carros o diligencias, fundamentales en los primeros desplazamientos de colonos y mercancías al Oeste. Si éstas viajaban en grupo eran auténticas caravanas, cuyas rutas eran las mismas que las vías de colonización generales del país.
El ferrocarril desplazó poco a poco a las diligencias a mediados de s. XIX, si bien ya estaba presente en el país desde 1820-30, cuando la prosperidad de la línea férrea británica Liverpool-Manchester animó a los empresarios americanos a extrapolarla a su continente.
El Norte gozó siempre de mayor densidad de redes que el Sur; al principio las líneas seguían un trazado Norte-Sur, no fue hasta las décadas centrales del siglo cuando comienzan a trazarse las de dirección Este-Oeste.
Hollywood y la colonización del Oeste
La expansión ferroviaria fue, en el mundo del western, el eje de muchas películas o, como mínimo, un elemento presente en el resto de ellas. Las más importantes son sin duda Caballo de Hierro (J. Ford, 1924) y Union Pacific (C. De Mille, 1939), puesto que ambas narran el trazado de la primera línea transcontinental que unió la costa Este con la Oeste. En 1862, el Congreso de los Estados Unidos con Lincoln a la cabeza, autorizó el inicio de la construcción de la futura Union Central Pacific, pese a la oposición de sectores del ejército que piden más atención a la Guerra Civil.
Las dos grandes compañías ferroviarias se reparten el pastel, la Union Pacific de Este a Oeste y la Central Pacific de Oeste a Este, que debían encontrarse a la altura de Utah y quedar así entrelazados los dos extremos del país. Hay un fuerte carácter épico tras todo lo concerniente a la construcción de esta magna obra, ya que se tenían que traspasar obstáculos del calibre de las Montañas Rocosas. No obstante, la disponibilidad de tierras, de madera y de mano de obra llevó a los ingenieros o agrimensores a preferir construir más km de vía en lugar de tener que desfondarse en allanamientos o excavaciones.
Desde el primer momento las obras se plantean como una competición entre las dos compañías: hacer más kilómetros de vía férrea que la otra, puesto que el negocio estaba también en la propia construcción, no sólo en el posterior transporte de viajeros y mercancías.
Esta ‘carrera’ aparece de forma irónica en ambas películas; se reflejan los duros trabajos de construcción (ritmo frenético, horarios largos, esfuerzos), ejecución de puentes y túneles, acarreo de locomotoras, etc. La mano de obra era variada: inmigrantes europeos, excombatientes de la Guerra de Secesión (tanto del Norte como del Sur) o inmigrantes chinos.
En la escena final de Caballo de Hierro, cuando en una fecha conmemorativa de mayo de 1869 se produce la ansiada unión de las vías férreas, estando presentes nada menos que las dos locomotoras originales de aquel magno evento, y los estadistas hundiendo un clavo dorado como señal de haber concluido el proyecto, no podemos sentirnos menos que admirados por la gran empresa acometida.
Nacimiento de ciudades
Un fenómeno muy representado en el cine es la gestación de aldeas en torno al recorrido de las líneas, así como el aumento de tamaño, población y recursos de las ya existentes gracias a su llegada. Muchas crecen de forma considerable, consolidándose y convirtiéndose en auténticas ciudades como Dodge City en la película Dodge, ciudad sin ley (F. Lang, 1939).
Otras, como Cheyenne en Caballo de Hierro, ven revalorizarse las tierras de su entorno, alcanzando una posición económica destacada. En ésta misma película se observa también el dinamismo de muchas de estas aldeas: son construidas ex novo en muy poco tiempo para albergar a los obreros de la construcción. Allí la gente nace, se casa, muere…, pero el ritmo de la construcción no se puede detener, las comunidades deben acostumbrarse a vivir en movimiento, paralelas a la construcción del ferrocarril. Así, muchas de estas aldeas, que llegan incluso a vivir momentos de prosperidad, pueden verse despobladas con la misma rapidez con la que fueron erigidas o enriquecidas, a no ser que logren obtener la condición de parada en la futura línea.
Lo que no cabe duda es que el ferrocarril fue elemento decisivo en la expansión colonizadora hacia el Oeste y en la ocupación de las despobladas tierras del interior. Detrás de la construcción de la red ferroviaria había múltiples intereses, que en ocasiones chocaban (de diferentes compañías, privilegios, especulaciones, etc). En Los Hermanos Marx en el Oeste (E. Buzzell, 1940) se ironiza precisamente sobre esa lucha entre compañías y sus respectivos ‘caudillos-empresarios’ por obtener la propiedad de unos terrenos que ni siquiera han sido medidos, ni conquistados a los indios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario