Barras y estrellas sobre impoluto mármol es lo que podemos encontrar en la estación de trenes de Washington, levantada en 1907 por el arquitecto Daniel H. Burnham que se inspiró en las líneas clásicas y el granito blanco para su diseño.
Así, el Arco del Triunfo de Constantino fue el ejemplo para su entrada monumental o las Termas de Diocleciano para el hall interior, de 96 metros de alto y decorado con esculturas alegóricas al más puro estilo Beaux Arts.
La fachada neoclásica de la entrada principal muestra dibujos que representan el fuego, la electricidad, la agricultura y la mecánica, cada uno de 25 toneladas de peso. En el interior, las columnas del hall este están hechas de escayola, una cuidada imitación del mármol. Todos los trabajos de madera de la estación, incluidas las oficinas, quioscos, mostradores y asientos son de caoba maciza.
El hall principal mide más de treinta y seis metros cuadrados y tiene casi treinta metros de altura. El perímetro de la arcada superior fue completado con 36 figuras de escayola en forma de legionarios romanos que inicialmente fueron tallados desnudos, si bien las autoridades temiendo que el público se ofendería, convinieron en colocar escudos en cada una de ellas.
Si nos fijamos bien, el gran reloj del vestíbulo principal muestra el número romano IIII donde debería mostrar IV. Algo que la restauración de 1988 ha conservado tal cual.
En la actualidad, más de 130 tiendas y restaurantes llenan la estación. Además la operadora ferroviaria Amtrak tiene aquí su sede y oficinas ejecutivas. Las cifras la sitúan como una de las estaciones más grandes del mundo: 18.580 metros cuadrados dedicados al viajero, nueve mil para las oficinas de Amtrak y diecinueve mil más para espacio en alquiler de los que 4.600 son para restauración. Mediante una ley decretada por el Congreso en 1981, la Union Station es preservada como tesoro nacional.
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