viernes, 1 de mayo de 2015

El tren de la vida, una fuga a la libertad

La cinta de Radu Mihaileanu (1998) ha sido promovida en el mundo como el antecedente de la cinta La vida es bella, de Roberto Benigni. Un intento de enfrentarse al holocausto judío desde una perspectiva de humor. Se dice que Benigni “tomó prestadas” para su película ideas del guión que Mihaileanu le envió, y que no dio respuesta al director rumano.


Pero a diferencia de la cinta de Benigni, que se desarrolla y culmina en el campo de concentración, El tren de la vida muestra una fuga a la libertad, lo que le permite mayor sentido del humor en las situaciones que plantea.

Este planteamiento de la fuga de la comunidad de un pueblo judío para salvar su vida le permite al director mostrar y reírse de los juegos sociales en el interior de esa pequeña sociedad. Los disidentes, la religión, el amor, los juegos de poder, el fanatismo, los conflictos sociales, la confusión y el miedo brincan en este microscosmos.

Durante la Segunda Guerra Mundial y con el objetivo de escapar de los nazis, un grupo de judíos de un pequeño pueblo de Europa del Este organiza un convoy simulando que se trata de un tren de prisiones. Algunos de ellos, a pesar de las reticencias, tendrán que hacerse pasar por soldados nazis, todo ello para evitar que el pueblo sea exterminado.


Efectivamente, cuando los rumores sobre la acción de los nazis se confirman en una aldea judía, los ancianos se reúnen junto con el rabino para encontrar una solución ante la catástrofe que se les viene encima. Este es un aspecto fundamental que se hace presente en toda la película: la dimensión comunitaria. “¿Cómo salvar nuestra comunidad?”, esa es la pregunta. No se trata de un "sálvese quien pueda", sino de un "o todos, o ninguno".

Como se deciden a construir un falso tren de deportación, todos se ponen manos a la obra y se distribuyen responsabilidades y tareas: se hacen trajes, zapatos, vagones… Venden todo lo que tienen para financiar las compras. Además, algunos tienen que sacrificarse hasta llegar a disfrazarse de soldados alemanes; ellos, además de conocer el alemán y ser capaces de controlarse, conducirán la comunidad hacia la salvación.

La salida de noche, casi de improviso y de una manera precipitada, nos recuerda la salida de Egipto. Así, ese destartalado ferrocarril, el tren de la vida, deberá llevar al pueblo entero hasta Rusia, y de ahí, el legendario retorno a Palestina.

La idea salvadora viene de un loco, Shlomo. Ocurrencia que, por absurda, parece la única que puede funcionar. El personaje es el visionario, el que es capaz de saber interpretar y discernir lo que verdaderamente está pasando.


Sin embargo, en este éxodo comunitario no faltan los problemas y las dificultades dentro de la comunidad. En este caso se trata de un grupo de judíos convertidos al comunismo porque el Mesías ya ha venido. y pretenden la toma de los vagones, los que en la mascarada corresponden a sus compañeros uniformados como soldados alemanes.

El tren de la vida, no es un hecho real sino una fábula y, como en las fábulas, todo se convierte en parábola, segunda intención, y moraleja universal. Nosotros descubrimos valores vocacionales como el sentido de grupo o de pertenencia, el sacrificio personal por el bien común, la superación de dificultades, la esperanza, la alegría, el discernimiento.

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