El gobierno de Allende, apoyado por una candidatura de Unidad Popular, un conglomerado de partidos de izquierda, intentó establecer un Estado socialista a través del sistema democrático parlamentario burgués. Creyó, honestamente, que el ejército permanecería fiel y garante al poder soberano que pretendía cumplir el programa de nacionalizar el cobre/”el salario de Chile”, estatalizar las áreas claves de la economía, poner coto a las ganancias desmedidas de las multinacionales, realizar una reforma agraria, quitar el senado dejando una sola cámara, beneficiar a los más desprotegidos y reformar la constitución.
Salvador Allende fue demasiado bueno y Quijote para la jauría que tenía enfrente. Así, en un viaje que Fidel Castro realizó a Chile, el líder guerrillero manifestó: ”Ya aprendimos bastante de las libertades burguesas y capitalistas, no estamos completamente seguros que en este singular proceso el pueblo chileno haya estado aprendiendo más rápidamente que los reaccionarios”.
En el contexto internacional se movía en medio de la polarización política de la Guerra Fría entre EE.UU y la URSS. A las empresas mineras nacionalizadas ( Anaconda/ propiedad de las familias Rockefeller y Rothschild y Kennecott) se les indemnizó, pero éstas junto a la poderosa ITT presionaron a Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinguer que empezaron a promover un boicot contra el gobierno de Allende mediante la negación de créditos externos, petición de embargo al cobre chileno, colaboración en actos de sabotaje fascistas y, finalmente, el apoyo al golpe ejecutado por la dictadura de Augusto Pinochet que duró dieciséis años y medio.
Solo dos militares respetaron el orden constitucional y fueron asesinados por elementos de la ultraderecha con la colaboración de la CIA. Fueron René Schneider y Carlos Prats, quienes al no plegarse nunca a intentonas golpistas optaron por asesinarlos.
Augusto Pinochet fingió ser leal al Gobierno de Allende y, sin embargo, participó en la Junta de Gobierno que emitió la primera proclama militar. Allende debía hacer entrega inmediata de su cargo a dicha Junta que estaba integrada por los jefes supremos de las Fuerzas Armadas. Un ultimátum, si La Moneda no era desalojada sería atacada por tierra y aire.
El presidente, desde radio Magallanes - la única favorable al gobierno que aún no había sido silenciada, emitió su último mensaje a la Nación. Estas son algunas de las Últimas palabras de Salvador Allende en “Radio Magallanes
“Seguramente esta es la última oportunidad en la que me pueda dirigir a ustedes (…). Mis palabras no tienen amargura, sino decepción y serán el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron (…). Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! y pagaré con mi vida la lealtad al pueblo (…). Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
El ejército entró con las armas y según el testimonio de uno de sus médicos, Salvador Allende se suicidó disparándose en la barbilla. Los atacantes emitieron el siguiente informe: “Misión cumplida. Moneda tomada, presidente muerto”.
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