La estación central de Milan (Stazione Centrale di Milano en italiano) es única en Italia por su hermosura y es la segunda estación por tráfico de pasajeros y la primera en trayectos internacionales que la conectan con las más importantes ciudades europeas.
Su fachada tiene un ancho de 200 m. y su bóveda una altura de 72 m., que fue todo un hito en su momento. Con más de 24 vías con sus respectivos andenes, la utilizan aproximadamente 330.000 pasajeros al día, totalizando unos 120 millones al año. La estación no tiene un estilo arquitectónico definido, sino que es una mezcla de diferentes estilos, especialmente el Art Nouveau y Art Deco, pero sin limitarse sólo a éstos.
Fue construida muy despacio debido a los problemas económicos que dejó la Primera Guerra Mundial. De hecho, Benito Mussolini quería que fuera una construcción que reflejara el régimen fascista y hasta 1931 no se inauguró.
Sus techos abovedados, sus cúpulas de cristal y la decoración de sus paredes y vidrieras, hacen de esta estación una de las más bellas del mundo, tanto para los italianos como para los de fuera.
El interior de la Estación central de Milan es impresionante, monumental y magnifico: techos altos, su suelo con mosaicos que recuerdan al imperio romano, cristaleras por las que entra una luz blanca que casi no hace necesaria la luz artificial, mosaicos en la pared de imagenes de batallas. La estación es un gran tributo a lo que fue Roma y su imperio.
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