viernes, 5 de febrero de 2016

El psiquiatra forense José Cabrera "el doctor Frankenstein"

El psiquiatra forense, José Cabrera, ha participado como experto y amigo de la orden de los mercedarios en unas reuniones con los padres de los alumnos del colegio Nuestra Señora de los Ángeles para concluir que "el caso Diego es una chorrada".



El personaje ha tratado de minimizar el acoso escolar a un simple "cosas de crios" y el posible abuso sexual, a una sucesiva escalada de mentiras de todos los medios de comunicación. Su comportamiento es más digno de un auténtico fanático de una secta que la de un profesional serio. En su falta de rigor crítico, "sinceridad" y estupidez no ha dudado en afirmar que es "amigo del general" y que la familia del niño es la culpable del suicidio porque tenían problemas en el matrimonio.

Me formulo las siguientes preguntas: ¿Por qué los voceros del colegio señalaron, en un principio, que la carta de Diego no existía? ¿Por qué José Cabrera apuntó, posteriormente, que la carta y el abogado de la familia eran un fraude? ¿Dónde están los grafólogos que lo desmientan?¿Por qué apuntan, ahora, a los padres como responsables de la tragedia?. Esto sí es una campaña orquestada por una orden religiosa (mercedarios/as o mercenarios/mercenarias) que utilizan voceros para callar a su familia, al igual que silenciaron retenidas a una monjas.

Después, corrieron la voz por el barrio que estaban separados y al verles juntos en televisión no se atrevieron a pedirles el Libro de Familia y, después, la difamación les llevó a que la causa del suicidio de Diego fueron las disputas familiares.

Señores, con perdón, si de los enfados en un matrimonio se concluyera que los hijos se suicidan, habría más muertos que en Hiroshima y Nagasaki.

En la fotografía de El Mundo aparece D. José Cabrera (titulado universitario y tonto, yo también soy las dos cosas) con un cerebro en la mano. Es posible, como un portero de futbol, le dé una fuerte patada a seguir porque "le sale de los cojones" (esto al auditorio le pone). Recuerdo una de las Bienaventuranzas de mi admirado Joan Manuel Serrat: "Bienaventurados los que presumen de sus redaños, porque tendrán ocasiones para demostrarlo".



No obstante, mi padre me aconsejó: "Nunca discutas con un idiota, te pones en su lugar y te gana por experiencia"  

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