viernes, 30 de diciembre de 2016

Charles Dickens “¡Cuanto deseaba ir al cielo!”

Charles Dikens (1812-1870), novelista inglés universal que destaca por su crítica social mostrándonos las condiciones penosas de los obreros durante los inicios de la industrialización y, fundamentalmente, la de los niños. Así se contempla en varias de sus novelas, en las que debemos destacar ‘Oliver Twist’ y ‘David Copperfield’.


El escritor mencionaría de su infancia esa memoria fotográfica de personas y eventos, que le ayudaron a trasladar la realidad a la ficción. Las novelas arriba mencionadas tienen mucho de autobiográficas. Su padre fue encarcelado por impago de sus deudas  y la mayor parte de la familia se trasladó a vivir con el señor Dickens a la cárcel, posibilidad establecida entonces por la ley, que permitía a la familia del moroso compartir su celda. Charles fue acogido en una casa regentada por la señora Roylance y acudía los domingos a visitar a su padre en la prisión. A los doce años, ya se consideraba edad suficiente para comenzar a trabajar, y así comenzó su vida laboral, en jornadas diarias de diez horas en una fábrica ganado seis chelines semanales para sustentarse él y ayudar a su familia que permanecía en la cárcel.


                            Escena de la película 'Oliver Twist (2005) de Roman Polanki

Su padre recibió una herencia a la muerte de su abuela materna y su madre le obligó a permanecer en la fábrica. Todas estas vivencias marcarían su vida como escritor realista y social para denunciar las condiciones deplorables bajo las cuales sobrevivían las clases proletarias. En su novela David Copperfield, juzgada como la más autobiográfica, escribió: “¡Cuánto deseaba ir al cielo!”.


Autodidacta y luchador feroz, poco a poco, consiguió mejores empleos hasta llegar a trabajar de cronista parlamentario contratado por un periódico. La vertiente social y cristiana formaban parte de su idiosincrasia, de su espiritualidad. Tolstoy y Dostoievski se referirían a él como “ese gran escritor cristiano”.

La popularidad alcanzada por sus escritos le permitió comprar una casa que de niño había soñado con habitarla. Sigue publicando novelas por entregas (‘Los papeles póstumos del Club Pickwick’, ‘Oliver Twist’ un relato autobiográfico, ‘La tienda de antigüedades’, etc. Su éxito se trasladó a Estados Unidos, aunque allí sufrió el rechazo de ‘la sociedad’ por su oposición a la esclavitud. Luego, se reconcilió con el público con la publicación de ‘Canción de Navidad (1843)’ que suponía el resurgimiento de las viejas tradiciones navideñas en Inglaterra, pero transmitiendo imágenes y sentimientos de optimismo, alegría, calidez y vida. La moraleja, desde su punto de vida cristiano y personal o biográfico, es que para los buenos, aunque sufran por el camino, el final será feliz.


No obstante, su gran éxito de acogía fue ‘David Copperfield’, su novela más autobiográfica y de la que dijo: "como muchos padres, tengo un hijo preferido, un hijo que es mi debilidad; este hijo se llama David Copperfield".

La historia es contada casi completamente desde el punto de vista de un narrador en primera persona, el mismo David Copperfield. Las cuatro ideas centrales de la novela son: retratar las condiciones penosas de los obreros durante los inicios de la Industrialización, la lucha por sobrevivir y construirse su propio destino (‘La Busca’ de Baroja con el personaje de Manuel), desafiar a una sociedad hipócrita llena de convencionalismos sociales y el encuentro con el amor verdadero.

Dickens se separó de su esposa en 1858. En la era victoriana, el divorcio era impensable, particularmente para personas establecidas socialmente como él. No obstante, continuó manteniendo a su exmujer hasta que falleció. Al año siguiente escribe ‘Historia de dos ciudades’. Aquí, Dickens nos ofrece un panorama de personajes cuyas humildes vidas se ven trastornadas por el estallido de un terrible suceso histórico. La historia transcurre entre Londres y París durante la época de la Revolución Francesa; una revolución que se presenta como un justo castigo a la aristocracia por los siglos de explotación y maltrato del pueblo.


Dickens sufrió un accidente ferroviario, los vagones del tren cayeron de un puente que estaba siendo reparado y el único vagón que se salvó fue en el que viajaba Dikens. Socorrió a los heridos y esta experiencia cercana a la muerte le sirvió para escribir ‘ El guardavía’, una historia de fantasmas en las que el guardavía tiene la premonición de un choque ferroviario.


A los cinco años de este trágico suceso le llegó la parca y dejó escrito que su entierro fuera anónimo y sin ningún tipo de ostentación. Circuló a su muerte un epitafio impreso en el que se decía que “fue simpatizante del pobre, del miserable, y del oprimido”.

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