martes, 20 de septiembre de 2016

El color negro de los existencialistas

En los cafés de París de finales de la década de 1940 y principios de la de 1950 se reunían los intelectuales y artistas. Era la época del jazz, la poesía intimista de Jacques Brel y George Brassens  y la vestimenta negra del existencialismo. Édith Piaf y Juliette Grecó fueron las musas del Barrio Latino. La primera, una mujer fea con una voz maravillosa que sufrió desde su nacimiento y que antepuso el sentimiento al conocimiento; la segunda, una hembra  distante, libre y algo “fatal”. El color negro ha representado a los ácratas y a los existencialistas porque ambos defienden el individualismo a ultranza. Los liberales, también, pero desde una perspectiva práctica y nunca romántica como los anteriores.


Se atribuye a Jean Paul Sartre  la adopción del término “existencialista” para describir su filosofía. La doctrina central es que” la existencia” precede a” la esencia”. Es decir, no hay una naturaleza humana que determine a los individuos, sino que son sus actos los que determinan quiénes son y el significado de sus vidas. Esto conduce al ser  humano a la creación de una ética de la responsabilidad individual, apartada de cualquier sistema de creencias externo a él.

Sin embargo, la paternidad del existencialismo es atribuida a kierkegaard (al que leen los humoristas Faemino y Cansado) para desplegar sus historias absurdas con una gran dosis de vitalidad castiza/Carabanchel. Sucede que los currantes no hemos sintonizado con ese movimiento, no hemos tenido tiempo para plantearnos tales diatribas pues debemos  trabajar 8,9,10,11, 12 horas para poder comer y vivir de una manera absurda...pero contemplando la belleza de la naturaleza y disfrutando de los seres vivos (personas, animales y plantas) y parafraseando a Serrat  “antes que nada soy... partidario de vivir”.

Soren Kierkegaard

La infancia de Kierkegaard está marcada por su padre - al igual que Kafka –, descendiente de un hombre muy religioso/luteranismo, poca gracia para encontrar un lado bueno a la vida en una religión muy estricta y dada a las iras de Dios, al llanto y al trabajo.



No obstante, sí comparto con él la visión que “para tener verdadera fe en Dios, uno también tendría que dudar de su existencia; la duda es la parte racional del pensamiento de la persona, sin ella la fe no tendría una sustancia real. Creer o tener fe en Dios es saber que no hay un acceso perceptual ni de ningún otro tipo a él, y aun así tener fe”.

 La segunda idea sería que “la subjetividad es verdad” en esa relación del yo con el mundo. En este punto recuerdo un artículo de M.J de Larra que recriminaba a otro que su dolor solo estaba en su imaginación. El otro, reaccionó dándole una somanta de palos y le gritaba: “El dolor es subjetivo, está solo en su imaginación”. Por supuesto que ahonda en puntos muy serios, sobre todo, en la religión:

- Las congregaciones de la Iglesia hace que los individuos sean como niños, ya que los cristianos son reacios a tomar la iniciativa a la hora de asumir la responsabilidad de su propia relación con Dios.
- El cristianismo se había secularizado y politizado
- El cristianismo se convierte en una religión vacía, cada individuo se ha convertido en cristiano sin saber lo que ello significa.
- Atacando la incompetencia y la corrupción de la iglesia cristiana, Kierkegaard parece anticiparse a filósofos como Nietzsche, el cual continuará criticando esta religión.

Por otro lado, nunca existió un acuerdo general sobre la definición de existencialismo. Así observamos un existencialismo cristiano, un existencialismo agnóstico (Heidegger), y un existencialismo ateo (Sartre).

En España el mejor exponente del existencialismo cristiano sería un escritor sensacional como Miguel de Unamuno que tomó del filósofo danés las nociones de angustia, desesperación y la importancia del individuo y que, a su vez, dijo alguna tontería atroz como “el que inventen ellos” (los países avanzados en  el campo científico y técnico) en relación a la poca consideración que tenía del positivismo.

Jean Paul Sartre

El primer principio del existencialismo es que el ser humano está "condenado a ser libre" y es responsable plenamente de su vida. Aunque admite algunos condicionamientos (culturales, por ejemplo), no admite determinismos. Así, llegó a declarar que cada francés era responsable colectivamente de los crímenes durante la Guerra de Independencia de Argelia. Esa tesis tendría cierta validez en el contexto social (yo mantengo que cada pueblo tiene el Gobierno que se merece). Sin embargo, nunca desde un contexto individual que tanto proclama el existencialismo.



Su novela ‘La naúsea’ y ‘El ser y la nada’ son sus obras más conocidas. Compartiendo algunos puntos con otro escritor existencialista, Albert Camus, Sartre llega a la conclusión de que la vida del hombre está  vacía. Frente a esta constatación, el hombre que se da cuenta de esta evidencia siente profundamente una sensación de repugnancia, de náusea, como lo dice el título de la obra. En pocas palabras;” progreso, pasión futura, etc., no son más que ilusiones (…) Después de ello, el desfile vuelve a comenzar, nos acomodamos a hacer la adición de las horas y de los días. Lunes, martes, miércoles, abril, mayo, junio, 1924, 1925, 1926: esto es vivir"(…) “porque sólo viviendo absurdamente se puede seguir vivo”.

En su obra teatral ‘Manos sucias’ examinaba el problema de ser un intelectual y participar en la política al mismo tiempo. En este período simpatiza con las ideas comunistas y presenta la tensión entre obreros e intelectuales dentro del propio partido. Se mostró crítico con el estalinismo aunque, posteriormente, abrazó las ideas maoístas y defendió La Revolución Cultural que persiguió a los intelectuales burgueses. Por otro lado, durante la Guerra de los Seis Días se opuso a la política de apoyo a los árabes para defender al estado de Israel. Se ha dicho que era un admirador del kibutz y, en ese sentido, se acerca al socialismo utópico, a los románticos y a  los posmodernos.

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