martes, 13 de septiembre de 2016

Sátira, caricatura y melancolía en el cine de Fellini

Hay tres películas de Fellini: ‘La Strada’ (1954), ‘Las noches de Cabiria’(1957) y ‘Amarcord’ (1973) que  son mis favoritas y, sobre todo, ésta última que la traducción en español sería algo similar a ‘Mis recuerdos’.


El prestigio internacional lo ganó a través de esos personajes estrambóticos, circenses que reflejan un mundo esperpéntico de máscaras que, sin embargo, son fácilmente reconocibles. Su lirismo (aficionado a la poesía), a modo de paradoja, no le conduce a un intimismo sino al mundo del espectáculo, a contemplar a la mujer no como un ente idealizado y sí como objeto de deseo. Hay dos excepciones (La strada y Las noches de Cabiria) que solo podían reflejarse en su musa y mujer en la vida real,  Giulietta Masina. Ella representa siempre la inocencia, aunque el personaje de Cabiria represente a una puta barata, pero ingenua y muy buena. (Aquí hay algo de La Dulcinea de Don Quijote).

La Strada (1954)

Cuando Zampanó (Anthony Quinn), un artista ambulante que rompe cadenas, enviuda, compra a Gelsomina (Giulietta Masina), la hermana de su mujer, sin que la madre de la chica oponga la menor resistencia. Pese al carácter violento y agresivo de Zampanó, la muchacha se siente atraída por el estilo de vida nómada, siempre en la calle (la "Strada", en italiano), sobre todo cuando su dueño la incluye en el espectáculo. Aunque varios de los pintorescos personajes que va conociendo en su deambular le proponen que se una a ellos, Gelsomina se mantendrá fiel a Zampanó hasta las últimas consecuencias.

Aunque La Strada pertenezca al cine neorrealista al presentarnos personajes pobres de la vida cotidiana, no nos brinda un final realista. Gelsomina con su amor es capaz de redimir a Zampano y romper esas cadenas de brutalidad que emanaban de su carácter/espíritu.


Las noches de Cbiria (1957)

Cabiria es una prostituta barata que ejerce como tal en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña, sin embargo, con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y su ingenuidad la convierten en víctima propicia de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y la golpean. A pesar de sus fracasos, recobra la esperanza una y otra vez. La pobre mujer hace tiempo que ha dejado atrás su juventud y presume de “tener casa propia” aunque parece un cubil. Católica y creyente, Cabiria, se encomienda a San Antonio para encontrar un hombre al que amar y ser amada que la aparte de esa profesión de la que tanto se avergüenza. Sin embargo, su deseo nunca se verá realizado como ocurre en Pretty Woman.


Amarcord (1973)

Es la historia de unos personajes que viven en la ficticia ciudad de Borgo, basada en la ciudad de Rímini, ciudad natal de Federico Fellini, durante el período de la Italia fascista en la década de 1930. La cinta tiene mucho de autobiográfica y bajo la apariencia de una típica película costumbrista vislumbramos la sátira, el esperpento y la melancolía de Fellini.


Tomando como eje central a una familia de clase media en ese entorno provinciano, el hijo adolescente nos va narrando y presentando a los diversos personajes de “esa Vetusta italiana” en la que sus miembros son pintados de una forma caricaturesca para conducirnos a los recuerdos y ensoñaciones de Fellini. A ese despertar al sexo en las imágenes de la estanquera de enormes pechos o en los vaivenes del trasero de la peluquera que hipnotizan a todos los adolescentes; la panda de tunantes que tiene como amigos/incluido el actor del ‘Jaimito no perdona’; los profesores y alumnos del colegio, el cura que pregunta al adolescente en confesión ¿Te tocas?, etc. Un macrocosmos en una pequeña localidad que ve llegar y concluir la primavera. Un año para representar las vivencias de este genial director de cine italiano que declaró: “No hay un final, no hay un principio. Hay solo la infinita pasión de la vida”.



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