miércoles, 10 de junio de 2015

El espíritu de la colmena, Víctor Erice

El título de la película, dirigida por Víctor Erice en el año 1973, está extraído de un libro sobre la vida de las abejas. Su autor, Maurice Maeterlinck utiliza la expresión “El espíritu de la colmena” para  “describir ese espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer, y que la razón de los hombres jamás ha llegado a comprender”.


En un pequeño pueblo de Castilla, a mediados de los años cuarenta y en plena posguerra, Isabel y Ana, dos hermanas de ocho y seis años respectivamente, ven un domingo la película "El Doctor Frankenstein". A la pequeña la visión del film le causa tal impresión que no deja de hacer preguntas sobre el monstruo a su hermana mayor.

La proyección de la película en el cine de barrio hace que las niñas se pregunten por el sentido de la vida. Ana representa la visión ingenua y soñadora, mientras que Isabel, dos años mayor que ella, cumple la función de mentora. Sin embargo, poco a poco, Ana buscará las respuestas por sí misma.

Aquí, el mito de Frankkenstein es el canto a la creación científica (el doctor Frankenstein), lo que se sale de la norma, lo desconocido que se enfrenta a ese espíritu perfectamente organizado de las abejas.

Ana no duda en invocar al monstruo, pues no considera cierta esa maldad que le atribuyen. Un buen día acude a un caserón abandonado con la esperanza de encontrarse con el monstruo y allí descubre con sorpresa a un fugitivo que poco antes había saltado de un tren que pasaba por el pueblo. Poco a poco va encontrándose con el monstruo/maquis y le ofrece un día una manzana que traía de su casa (el árbol de la ciencia). Una noche el fugitivo es abatido a tiros y la niña vuelve al bosque tratando de encontrar al monstruo de Frankenstein.

Así, “El espíritu de la colmena” es una película de silencios, los diálogos se restringen prácticamente al mundo de las niñas y es que el gigantón y la niña son dos excluidos de la colmena (al igual que el guerrillero muerto).

En la colmena, el individuo no es nada, no tiene más que una existencia condicional. La reina también se encuentra sometida, como el último de sus súbditos, a ese poder oculto y soberano del “el espíritu de la colmena”.

La colmena en su empeño de colectividad y uniformidad (crítica al aislamiento del régimen franquista) no admite contactos con el exterior y, sin embargo, Ana es una disidente y busca continuamente vías de escape y el tren.



El viaje y el cambio se relaciona con la locomotora, el carril. No es casualidad que el fotograma más celebrado de la película es aquél en que Ana mira a cámara en mitad de las vías del tren, con ojos preñados de inocencia y pesadumbre, al tiempo que Isabel apoya la oreja en el riel para presentir la llegada del convoy.

La libertad llegará del exterior, la traerá ese tren que aparece en el pueblo como una promesa de lejanía, ese mismo que, un buen día, transportó a un disidente.

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