lunes, 28 de marzo de 2016

España invertebrada, la falta de un liderazgo con un proyecto en común


En un comentario anterior de mi blog mencionaba que la selección española de futbol estaba apática, disgregada, carente de encontrar un sistema de juego en común. Esa idea, si la trasladamos al contexto político social, es la que José Ortega y Gasset desarrolla en ‘La España invertebrada’, un ensayo de artículos publicados en el diario El Sol que se editan como volumen por primera vez en 1922.



La unión política de las  Coronas de Castilla y Aragón hizo posible la primera unidad nacional, y, en definitiva, el primer Estado moderno, así se apreció por pensadores políticos de la talla de Maquiavelo y Guichiardini. El hilo conductor es la idea de nación como proyecto para el futuro que consigue integrar a las partes en un todo superior “sin anular el carácter de unidades vitales propias que antes tenían”. Recordemos la famosa frase: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.

No obstante, para Ortega, el proyecto nacional español es castellano. “España es una cosa hecha por Castilla”,  y su afán de grandes empresas requirió la unión con Aragón, y la unificación de su política internacional. Dicha unión o “proyecto en común favoreció a ambas Coronas. Desde los Reyes Católicos hasta la segunda década del reinado de Felipe II el  proyecto va creciendo por sucesivas incorporaciones. Sin embargo, desde 1580 la historia de España es  decadente y dispersiva, “el proceso de desintegración avanza en riguroso orden desde la periferia  al centro, de forma que el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas (1889) parece ser la  señal para el comienzo de la dispersión intrapeninsular , y, a partir de 1900, se empieza a oír el rumor de regionalismos, nacionalismos, separatismos...

España como problema es motivo de reflexión permanente, tanto para la generación  literaria del 98, así como para la del 14, de la que Ortega sería figura principal. Se mencionan entre las causas de los males la de abordar una auténtica regeneración del sistema de partidos políticos que se habían forjado  en torno a la monarquía/constitucionalistas, la falta de ubicación de nuestro país en Europa, la movilización callejera/las masas, la forma de Estado: Monarquía o República,etc. El principal mal para Ortega reside en “la desarticulación del proyecto sugestivo de vida en común”.



Los nacionalismos vasco y catalán comienzan su andadura doctrinaria y de acción política  a partir del fatídico 1898. Y el pensador madrileño había señalado que “el problema de España era político”, pero que su alcance  era mayor, porque nada menos que” era la propia España el problema primero de cualquier  política”.

“La verdadera cuestión española era que el Estado carecía de autoridad positiva para hacer  frente a las fuerzas de la disgregación”. Este proceso de desintegración particularista no es, sin embargo, solamente imputable a  algunas de las partes que desintegran el todo, porque también el núcleo inicial, “Castilla, ha  deshecho España”, al ser la primera en mostrarse particularista desde el poder central.

El particularismo no es solamente una característica de la desarticulación  territorial, sino que afecta como mal general a todos los sectores de la sociedad española  “empezando por la Monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más  que en sí mismo” porque el particularismo es el denominador común, la manifestación de la  perversión más profunda del alma de nuestro pueblo: el odio a los mejores, que ha llevado a la  carencia de minorías directoras. Sostenía  que España fallaba precisamente por falta de tales minorías selectas que la vertebrasen, habiéndolo hecho todo “el pueblo”.

Es decir, faltaba un buen entrenador como Luis Aragonés que transmitiera una filosofía o sistema de juego asumido por los jugadores para darles coherencia y confianza en un proyecto común: “ganar un campeonato europeo y poner las bases para el mundial”.Esto lo digo, medio en broma, medio en serio...

En otro comentario del blog me gustaría señalar los aciertos, fallos y contradicciones de un pensador liberal, parlamentarista y sus concepciones cuasi falangistas/nazis. Para Ortega, una sociedad “sana” es aquella que se rige por la ley de “ejemplaridad/docilidad”: ejemplaridad de las élites, imbuidas de representatividad política, y docilidad de las mayorías, respetuosas de una jerarquía natural y necesaria.

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