martes, 29 de marzo de 2016

Ortega y Gasset y el fascismo

En la Guerra Civil, Ortega decide que el bando que mejor protege sus intereses es el franquista. Por tanto, podemos afirmar que responde a intereses económicos y no como una elección personal. Un hijo de la alta burguesía con sus conceptos “aristocráticos” solo puede servirse de la brutalidad de unos generales como Franco, Millán Astray o Varela, pero nunca sentir afinidad con ninguno de ellos. Al fin y al cabo, son chusma.


Ortega recoge el concepto de “élite” de dos pensadores italianos Vilfredo Pareto (1848-1923) y Gaetano Mosca (1858-1941). Ambos defienden una política antidemocrática y reacia al socialismo. Ahora bien, apuntan que  hay quienes gobiernan sin ser élite, lo hacen por influencias familiares transmisoras de poder (sería la autoridad del poder) y nunca como “acción personal de la virtud” (autoridad del valer). Los métodos para conseguir y mantener el poder deben tener una cobertura legal, pero pueden ser arbitrarios, como señalaba Maquiavelo.

Salta a la vista por qué Mosca y Pareto simpatizaron y apoyaron al nazifascismo conducido por las elites de dos desquiciados: Hitler y Mussolini, los mismos que pusieron sus teorías a prueba con el fanatismo del populismo con promesas que fascinan a las masas que aceptan a una elite política o económica que les prometen el paraíso (el objetivo común de nación para Ortega )y las conducen al infierno de las guerras y sus previos sacrificios con base en la supremacía de una raza o de un pueblo.

Ni qué decir tiene que, en el aspecto meramente teórico, se apunta a que dichos líderes serán hombres/nunca mujeres responsables, comprometidos, eficientes, honestos, cultos y capaces de regular los destinos de una nación.

Ahora bien, seamos justos, este concepto “elitista” no es en sí mismo un argumento fascista - aunque a menudo se le asemeja -, ya que en una sociedad democrática también las minorías ostentan o detentan el poder, ya que disfrutan de los medios para controlar y manipular la  representatividad real de los estamentos o grupos sociales a través del sistema electoral y la división clásica de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, en uno solo realmente.

En las tesis de socialismo real era el propio Lenin quien ahondaba en la tesis del concepto de “vanguardias obreras” al señalar que los elementos más conscientes de la clase social oprimida debían organizar el proceso revolucionario y que una minoría era capaz de atraer a una mayoría indolente.

Así pues, estaríamos barajando dos posibilidades, una tendencia aristocrática hereditaria, que se gesta desde arriba y otra, pretendidamente, democrática que se gesta desde abajo o desde la capacidad intrínseca del individuo.

El mismo Ortega señala que “las masas” también tienen sus élites. Esta idea apunta con total claridad al concepto de “desigualdad” individual y social que Marx reconoce también como causa, pero nunca acepta como efecto. De ahí, la afirmación que “De cada cual según sus posibilidades y a cada cual, según sus necesidades”.

Ortega y la Falange

Ortega era valorado en la Falange como un maestro, apreciando en él una fertilidad de ideas y estilo a imitar, y una afinidad de pensamiento; incluso podía encontrársele alguna compatibilidad con el fascismo, por su insistencia en las élites o “minorías selectas” y autoexigentes, en contraposición al “hombre masa”, al “señorito satisfecho” que cree tener todos los derechos y ninguna obligación, como expresa en La rebelión de las masas.


El análisis histórico de su “España invertebrada” venía a sostener que España fallaba precisamente por falta de tales minorías selectas que la vertebrasen, habiéndolo hecho todo “el pueblo”. Y debe entenderse que si bien los falangistas se declaraban católicos, su identificación con la jerarquía eclesiástica y la confesionalidad del estado resultaba a menudo un tanto forzada. Paradójicamente, aquellos falangistas pro Ortega eran o habían sido los más próximos al nazismo y partidarios de la entrada de España en la guerra mundial, lo que explica bastante su evolución posterior en sentido contrario (liberal, socialdemócrata), nunca bien aclarada por ellos.


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