miércoles, 27 de abril de 2016

‘El Santo’, un guapo y elegante aventurero inglés al servicio de la justicia

La serie de televisión británica ‘El Santo’ se emite en la década de los sesenta, protagonizada por Roger Moor en el papel de Simon Templar. Nuestro personaje es una especie de agente y aventurero sofisticado, elegante e irónico que representaba el estereotipo del tory. Hace falta derrochar imaginación y candidez para suponer a un aristócrata ejerciendo el papel de Robin Hood moderno. Pues sí, lord Sinclair defenderá a los más débiles de cualquier afrenta y si “el zorro” marcaba a los malvados con una “z”, Templar dejará a su paso un monigote con un halo sobre su cabeza (representando un santo) para que se enteren con quién están tratando.


Los primeros capítulos fueron realizados en blanco y negro y los últimos en color. Constituyó un rotundo éxito en muchos países y se consideró la serie británica de acción con más éxito, solo por detrás de ‘Los vengadores’.


El estilo inglés del protagonista se rescata en la serie ‘Los Persuasores’ en las que Sinclair, de familia noble y exquisitos modales, prototipo de la elegancia inglesa forma tándem con Wilde (Toni Curtis), nacido en el marginal Bronx neoyorkino, ascendido desde los bajos fondos hasta convertirse en un magnate petrolífero.


El padre del personaje fue Leslie Charteris, un escritor inglés que llegó a publicar más de cien relatos, entre novelas y cuentos, narrando las aventuras de El Santo. Los episodios escritos eran casi siempre historias sueltas, con Simon Templar como único y exclusivo protagonista, apareciendo en casi la totalidad de las escenas, sin apenas personajes secundarios. De igual manera, se trataba al personaje en la televisión. El único personaje secundario que salía con cierta frecuencia era el inspector Teal, un policía aliado, que parecía tonto ante este ladrón de guante blanco y caballero…(en España los tenemos a patadas) que con su pinta de playboy, sus trajes elegantes y sus automóviles de lujo encandilaba al sexo femenino.


En esos años - yo era un niño -  escuchaba a mi hermana y a todas sus amigas “lo guapísimo que era Roger Moore”. Supongo que esa estética de ligón cautivaba a una España paleta que adolecía de galanes modernos, de coches, de lujos y el único policía que veíamos era a Plinio, un policía municipal de un pueblo de La Mancha.



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