lunes, 21 de septiembre de 2015

El Principito, “solo con el corazón se puede ver bien”

La novela corta de Antoine de Saint-Exupéry es cuento poético que nos invita a conversar con el niño que llevamos dentro. En mi opinión, no se trata, propiamente dicho, de un libro infantil, pues abunda la simbología y las moralejas para la comprensión del texto. Es la experiencia personal del autor/narrador trasladada desde su infancia al mundo de los adultos. Una vivencia generalizada en todos nosotros cuando decidimos abandonar el “País de Nunca Jamás” y esclavizar nuestros sentimientos a la razón.


Escribiendo estas líneas me ha venido a la mente la película “The Kid”(“El Chico”) en donde Bruce Willis es un triunfador en apariencia con una vida interior que naufraga y aparece en su vida un niño (él mismo con ocho años) que le sorprende porque no valora su éxito profesional, económico, con las mujeres y le demuestra que renunció a todo lo que quiso ser: amar/ser amado y trabajar como piloto. Ese encuentro con el niño interior le produce una catarsis beneficiosa, ya que, nueva moraleja, todas nuestras acciones tienen consecuencias.


Hay varios acontecimientos en el relato que están basados en la propia vida de Saint-Exupery: el piloto que sufre la avería de su avión en el desierto del Sahara, los boababs/árboles africanos, los problemas ante la escasez del agua y la salvación gracias a un beduino que evitó la deshidratación, el niño rubio, la famosa rosa hace referencia a su propia mujer, etc.

El cuento lleva ilustraciones y el narrador explica que cuando era niño dibujó una boa que se tragaba a un elefante, pero los adultos veían un sombrero. ¿Por qué ocurría así?. Los adultos solo veían la superficie del dibujo, lo exterior, no eran capaces de llegar más profundo. Adolecían de imaginación, solo eran capaces de conocer lo que sus sentidos sensoriales captaran.

El niño de pelo rubio/El Principito nos narra que ha visitado seis planetas desde que abandonó el suyo (el siete como número mágico: en siete días Dios realizó la Creación). Entonces aparecen dos elementos importantes: a) abandonó su planeta debido a una rosa misteriosa a la que cuidaba protegiéndola en una cúpula de cristal, pero era mentirosa y vanidosa. b) en su viaje aparecen una serie de personajes que simbolizan parte del alma humana:

El Principito es la niñez del autor que regresa a ese mundo pequeño/un planeta pequeño donde no existe “lo importante”.

El piloto es su “yo” adulto que intenta razonar y comprender al niño, pero le cuesta porque él ya no lo es. Es nuestra propia imagen de adultos, nos sentimos identificados con el coprotagonista.

Un rey sin súbditos, el deseo de mandar sobre alguien.

El vanidoso, se creía la persona más admirable del mundo.

El borracho, bebía para olvidar la vergüenza de ser borracho.

El hombre de negocios representa al avaro que posee muchísimas estrellas (¿Y de qué te sirve poseer las estrellas? -Me sirve para ser rico -. -¿Y de qué te sirve ser rico? -Me sirve para comprar más estrellas). Es un tipo que presume de ser muy serio.

Un farolero que repite constantemente la misma labor de una manera mecánica.

Un geógrafo que representa a esos burócratas tan centrados en el formalismo que son incapaces de experimentar algo nuevo al margen del sillón y del papeleo. El Principito le habla de la rosa que hay en su planeta y el geógrafo le responde que nunca registra “cosas efímeras. La rosa, símbolo de la mujer y del amor como algo solo temporal, de corta duración. El viejo le recomienda que explore el planeta Tierra y allí acude el niño.

Aquí encuentra una serpiente amarilla que dice “tener el poder de regresar a las personas al lugar de donde vinieron” (muerte/Más Allá), un paisaje desolado, escucha su eco y halla un jardín lleno de rosas/otras mujeres que lo hizo sentirse desgraciado, pues pensaba que su rosa era única en el universo. Ahora, consideraba a su flor como algo muy corriente y lloró. Sin embargo, aparece un zorro que desea ser domesticado y le explica que “su rosa era realmente única y especial porque él la quería”, la había domesticado/establecido lazos mutuos y eternos de cariño y responsabilidad. (Si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Para mí, tú serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo...).

El símbolo de la rosa nos pone de manifiesto el amor del Principito. La rosa no es una flor cualquiera, es su amor. Es espléndida, es magnífica entre otras muchas, y es única en su “planeta/vida”. Ha habido otras, pero ésta es la que ha “florecido” y perdura, es la metáfora de la mujer que ama, que se ha quedado para siempre en su corazón. Bonita, huele bien, perfecta y, al mismo tiempo, llena de imperfecciones. Es frágil, hay que cuidarla, mimarla, estar siempre atento; además es orgullosa, vanidosa, egoísta y mentirosa. Aún así es su flor, única entre otras. Pone de manifiesto la inocencia del Principito, su inexperiencia. Ella es responsable de la huida del principito por crearle una gran confusión con su forma de hacer o decir las cosas.


El príncipe entonces se tomó el tiempo para domesticar al zorro, aunque luego tuvieron que separarse. Después de haberse despedido del zorro, el joven príncipe conoció a un guardagujas que le contó que las personas viajaban constantemente de un lugar a otro a bordo de los trenes, ya que nunca estaban satisfechas en el lugar donde se encontraban.

Luego, un vendedor le habló al príncipe sobre su producto: una píldora que eliminaba la sed y le ahorraba a la gente cincuenta y tres minutos a la semana. El príncipe pensó que si tuviera ese tiempo libre lo utilizaría para ir a beber agua fresca de la fuente. Aquí vemos la ansiedad actual de las grandes ciudades, las prisas por ir sin saber “bien” a donde queremos llegar.

Al final, el Principito se despide del piloto y le comenta que le contemplará como si hubiera muerto pero es que su cuerpo es muy pesado para llevárselo consigo y cuando mire a las estrellas todas ellas se estarán riendo. El niño se dirige a la serpiente que lo muerde y cae sin hacer apenas ruido.

Saint Exupéry nos está mostrado una vida más allá de la muerte y es posible, solo posible, lo que algunos indican que El Principito es un libro “iniciático” con unas lecturas mucho más profundas que las observadas habitualmente.

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