miércoles, 30 de septiembre de 2015

Ramón y Cajal, una voluntad creadora y superadora del ser

Mi padre me hablaba de Don Santiago con gran admiración. Ese científico español que ganó el premio Nobel en Fisiología o Medicina habiendo nacido en España, un país muy atrasado en el campo científico, y en medio siempre de adversidades. Un hombre, ejemplo de honradez que amaba el saber como un “todo”, al igual que los renacentistas. Le interesaban la pintura, el dibujo, la fotografía, el ajedrez e incluso escribió Psicología de Don Quijote y el quijotismo, un breve ensayo literario como discurso en la Facultad de Medicina de San Carlos. Además de científico fue un humanista convencido. La ciencia en ese nexo de unión con la filosofía, con el saber, alejándose de los políticos y técnicos actuales que ven en las humanidades “algo inútil”.


Un aragonés tozudo y constante en el que la fuerza de voluntad/energía interior le facilita superar múltiples obstáculos. Veamos algunos…

En su juventud es enviado a Cuba como médico y rehusó hacer uso de algunas cartas de recomendación que su padre le había facilitado para que tuviera un destino más cómodo. Quizás, por eso mismo, le enviaron al peor destino posible donde los soldados españoles enfermaban de paludismo y  disentería. Muy pronto, el joven médico también cayó enfermo. Las experiencias con el sistema administrativo y militar en esta estancia ultramarina fueron para él tan amargas como las enfermedades allí contraídas. Regresó a España convertido en una ruina humana, que en nada recordaba al vigoroso y atlético joven que arribara un año antes a Cuba.


En su autobiografía “Recuerdos de mi vida” nos narra la anécdota que al perder un pulso en clase se enfada de tal modo que decide acudir a un gimnasio a hacer culturismo.

Cajal siempre entendió que debía de abrirse al mundo desde aquella España periférica en la que vivía. Pronto comenzó a suscribirse a revistas francesas y alemanas. Envió sus artículos que fueron sistemáticamente ignorados. Pero él sabía que sus descubrimientos eran muy valiosos y que los sabios europeos (en palabras de Cajal) estaban errados. Cuando vio que no progresaba, empaquetó su microscopio y sus preparaciones histológicas y se presentó personalmente en el Congreso de la Sociedad Anatómico Alemana de 1889 en Berlín. Pronto se corrió la voz de que un español tenía un material sorprendente. Uno a uno, los científicos se dieron cuenta de lo despistados que estaban. Gracias a aquel español desconocido, la neurociencia cambiaría para siempre. A partir de ese momento, Cajal goza de una enorme reputación que le lleva a dar conferencias por Europa y USA y a recibir el Nobel.

Estos ejemplos citados son una muestra de su fuerza de voluntad, pero comprobemos, ahora, otros ejemplos de rectitud y honradez:

1. Nombrado director del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, el Gobierno le asignó un sueldo de diez mil pesetas anuales. Ramón y Cajal pidió que se lo rebajaran a seis mil.

2.    Rechazó el cargo de ministro de Salud e Instrucción Pública, y sí aceptó el nombramiento de senador vitalicio no tenía asignación económica.

3.   Siendo presidente de la JAE (Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas) envió al extranjero a su hijo Jorge, investigador como él, pagando los gastos de su bolsillo. Preguntado por qué no le había pensionado con una beca, como era habitual, y más siendo su hijo, Cajal respondió:” por eso mismo, por ser mi hijo”.

4.  Santiago se casa por amor frente a la oposición de sus padres. Un matrimonio donde nacen siete hijos. 

Al igual que le sucedió a Einstein, la escuela no fue de su agrado. Su naturaleza inquieta y una negativa a memorizar de carrerilla  le granjearon la enemistad de los frailes que le impartían clase, en una tradición de métodos autoritarios (la letra con sangre entra). En ese periodo inició su afición montañera, que luego reforzaría su contacto con los miembros de la Institución Libre de Enseñanza  y su proverbial defensa de la vida sana en contacto con la Naturaleza. Casi todo lo que había alrededor le llamaba la atención, excepto los libros. Le impacta la caída de un rayo en la iglesia del pueblo, que le sobrecoge. Y quiere ver de dónde ha venido esa fuerza, cómo se genera y por qué produce esa destrucción. 


Su obra en el campo científico

Fue un médico especializado en histología/estudio de los tejidos orgánicos y anatomía patológica/el estudio de las causas, desarrollo y consecuencias de las enfermedades. 

Su labor científica se centró en estudiar la histología del sistema nervioso, al que él mismo apodó "la obra maestra de la vida". Fundamentó la teoría de la neurona, según la cual las células nerviosas son individuales y no forman nunca un retículo difuso, como postulaban muchos histólogos. Enunció la ley de polarización dinámica de las neuronas, esencial para comprender la direccionalidad del impulso nervioso. Sus descubrimientos le valieron el premio Nobel en 1906, compartido con Camilo Golgi. Y además, las neuronas le proporcionaron grandes satisfacciones. "El jardín de la neurología brinda al espectador espectáculos cautivadores y emociones artísticas incomparables".

Sus descubrimientos fundamentales -entre 1888 y 1913- sobre el sistema nervioso y su estructura conforman, todavía hoy la piedra angular del conocimiento médico. Su nombre es el más citado en las más de doce mil revistas médicas que se publican en el mundo. 

Fomentó la investigación científica en nuestro país y junto a la labor de investigador, la docencia ocupó un lugar muy destacado y apreciado. A su muerte dejó dinero para becas de investigación.

Una anécdota simpática como docente es que, perece ser, sus clases eran aburridas, solo un grupo muy reducido las prestaba atención, lo que concluía en que faltaban muchos alumnos. Un día, observó que su clase estaba repleta de alumnos y aún faltaba mucho tiempo para los exámenes. A un sobrino suyo le preguntó el por qué de dicho cambio. El sobrino le explicó: "Verás tío, es que tienes la costumbre de utilizar la frase/muletilla  "completamente" sin venir a cuento y los amigos hacen apuesta a pares o impares las veces que vas a utilizar la palabra".

Don Santiago calló y, al día siguiente, con la clase llena dio la lección muy despacio procurando no repetir "completamente". Al sonar la sirena que daba por concluida la clase, exclamó: "¡completamente, completamente, completamente; hoy ganan impares!. 

Sobre lo que significó aquel primer Premio Nobel español en Ciencias, pueden compararse dos opiniones, la de Ortega y Gasset que opinó que el caso de Ramón y Cajal era una vergüenza para España, en lugar de un orgullo, porque constituía una excepción. Años después, Severo Ochoa, otro galardonado con el Nobel, concluyó que la investigación en Biología y Medicina en España era pobre, pero sin Cajal hubiera sido nula.

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