Tras la Segunda Guerra Mundial surge en Italia una forma de hacer cine que los historiadores dieron en llamar Neorrealismo, porque intentaba narrar historias en las que lo fundamental era su aproximación a la realidad, y generalmente la realidad era sórdida. El Neorrealismo marcó toda una generación de cineastas en Italia, e incluso en otras naciones de su entorno. Los nombres de Vittorio de Sica, Roberto Rossellini, Alberto Lattuada o el director de “El ferroviario”, Pietro Germi, entre otros, están indisolublemente ligados a este movimiento.
Un estupendo drama familiar que pone de manifiesto la gran valía de su responsable, un Pietro Germi que dirige, escribe y protagoniza esta historia, fácilmente encuadrada dentro de la corriente neorrealista italiana.
La película narra la desestructuración de una familia humilde encabezada por un maquinista de ferrocarril, Andrea Marcocci (Germi), de carácter impulsivo, ocasionalmente violento, y con una notable tendencia a la bebida; su aspereza y falta de tacto con sus dos hijos mayores (un hijo vago que se mezcla con gente de dudosa reputación y una hija "casada por circunstancias" con la que tiene graves problemas de comunicación), unida al poco caso que hace a su mujer, plantean una realidad conflictiva, apenas atenuada por la presencia del pequeño Sandro, cuya inocencia y simpatía mantienen la unidad familiar y el afecto paterno. De hecho, la película se nos narra desde su punto de vista, lo que constituye un gran acierto, pues aligera la carga dramática del filme, que es algo excesiva (la acumulación de desgracias es un tanto exagerada).
A la realidad familiar se une la laboral, aunque en segundo término, pues los problemas de Marcocci se incrementarán a partir de un suceso trágico, un error humano y una decisión personal -la de no unirse a una huelga de maquinistas-, que tendrán por resultado el aislamiento progresivo del protagonista, cuya vida parece desmoronarse inevitablemente.
Sin entrar en las particularidades y giros dramáticos del argumento, cabe decir que el filme es un eficaz retrato de algunos problemas sociales e íntimos de las clases trabajadoras italianas de la década de los 50, pero que en todo momento elude recurrir a un discurso político o reivindicativo, centrándose la historia en el ámbito familiar. La película es rica en momentos de sincera y hermosa emoción y en unos acontecimientos que son vistos desde la perspectiva de su hijo pequeño, Sandino. Asistimos a un drama con toques de comedia en el que hay gente buena, sufrida, trabajadora y sobre todo humana.
La película es del año 1955 y fue premiada en los festivales de Cannes y San Sebastián. Además, fue reconocida por el Sindicato de Críticos Cinematográficos como la Mejor Película Italiana de ese año.
Il ferroviere aparece entre las 50 mejores películas del cine italiano, junto a títulos tan renombrados como Amarcord, (Federico Fellini), Ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica), Cinema Paradiso (Giusepe Tomatore) o La vida es bella, de Roberto Benigni.
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