El eje central de la película gira en torno a la construcción de un puente ferroviario que es vital para el transporte de suministros del ejército japonés. Los prisioneros aliados colaboran en la construcción y destrucción del puente. La espectacular destrucción del puente con el tren pasando, al final de la cinta, supuso una de las escenas más costosas y de más larga preparación de la historia del cine.
En Sri Lanka se construyó un puente de verdad, por el que hicieron pasar un tren de verdad, mientras dinamitaban todo el conjunto. Una maqueta hubiera resultado más económica, pero las superproducciones no escatimaban en gastos.
En la historia real, el puente se construyó y fue destruido en un bombardeo hacia el final de la guerra. Luego fue reconstruido como parte de la compensación japonesa por la agresión bélica, y todavía está en uso ferroviario. Actualmente, hay un tren turístico que atraviesa el puente y el denominado “ferrocarril de la muerte” como recuerdo de los miles de prisioneros de guerra condenados a trabajos forzados que perdieron la vida en la Segunda Guerra Mundial.
El puente sobre el río Kwai es una coproducción británica-estadounidense de 1957, del género bélico o de aventuras, dirigida por David Lean, protagonizada por Sir Alec Guinness, Sessue Hayakawa, Jack Hawkins y William Holden en los papeles principales. Basada en la novela homónima de Pierre Boulle.
La historia relatada en la cinta es ficción, pero recoge la verdadera historia de la construcción de la línea de ferrocarril de Birmania de 1942 a 1943. El rodaje fue en el Reino Unido y Ceilán y ganó siete Óscar.
Durante la Segunda Guerra Mundial, unos prisioneros británicos reciben la orden de los japoneses de construir en plena selva un puente de ferrocarril sobre el río Kwai, en Tailandia.
El coronel Nicholson (Alec Guinness), que está al frente de los prisioneros, rehúsa hacerlo aludiendo la Convención de Ginebra que prohíbe el trabajo forzado de oficiales. El comandante japonés Saito (Sessue Hayakawa) desprecia la actitud del coronel Nicholson y lo obliga a permanecer formado a pleno sol, junto al resto de oficiales. Luego de sufrir el encierro en una choza de metal, el coronel es liberado, para júbilo de los soldados prisioneros. El coronel Saito decide continuar con la construcción, pero fracasa.
Nicholson que es un típico oficial británico que busca una forma de elevar la moral y las condiciones físicas de sus hombres, ve el puente como una forma de conseguirlo, teniéndoles ocupados en la construcción y sintiéndose orgullosos de la obra. Logra convencer con argumentos técnicos a Saito, quien forzado por el atraso, acepta.
Los prisioneros, que habían tratado de boicotear de muchas formas la construcción del puente, reciben la orden de Nicholson de colaborar. Por su parte, un mayor estadounidense, Shears (William Holden), prisionero en el mismo campo, sólo piensa en huir. Lo consigue y logra llegar a las líneas aliadas. En contra de su voluntad, vuelve unas semanas más tarde guiando a una unidad de comandos británicos, bajo las órdenes del mayor Warden (Jack Hawkins), cuya misión es volar el puente construido por los prisioneros, antes de que pase el primer tren japonés, cortando así la línea del ferrocarril, vital para el transporte de suministros del ejército japonés.
La película contribuyó a popularizar la Marcha del Coronel Bogey, una melodía militar británica que los soldados del coronel Nicholson silbaban al desfilar. Se ha convertido en un clásico de la música del cine.
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