domingo, 5 de abril de 2015

Ningún hombre te llevó rosas



La fotografía que lleva este comentario fue Premio Pulitzer en el año 1995. Un niño intenta despertar a su madre de un sueño enfermo en un campo de refugiados del Zaire.





Tu mirada sin vida ya no soporta tanto dolor en el alma. Esos ojos miraron siempre hacia el suelo porque la humildad es, a menudo, hija del desamparo como la soberbia lo es de la fortuna.

Ningún hombre te cortejó regalándote rosas o bombones. Seguramente, ni disfrutaste del sexo. Podría apostar que algún varón  -casi tan infeliz como tú- te poseyó y anidó tu vientre.

Vosotras, las mujeres del Tercer Mundo, sí que estáis siete veces siete discriminadas y, a pesar de todo, amáis. Tu corazón te ha dado fuerzas para cuidar del pequeño, pero solo deseas dormir el sueño eterno.

La carga es tan pesada para un cuerpo tan débil. El hambre tuya y de tu hijo no fue un castigo divino sino de  esas superestructuras político-económicas que especulan con los alimentos, las guerras y los juegos del Monopoly.

Un sistema que nos ha manipulado hasta el punto en que la vida de un occidental no tiene el mismo valor que la de uno de vosotros. Está permitido matar, pero con buenos modales.

A veces pienso para qué coño nos entregó Dios la libertad si no sabemos hacer buen uso de ella, si reincidimos en el delito para seguir cometiendo los mismos errores.
 

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