sábado, 18 de abril de 2015

Charlot, el rey de los débiles

Varios son los nombres que merecen estar en el álbum con los momentos más brillantes del cine mudo: Harold Lloyd, Buster Keaton, El Gordo y el Flaco. Ahora bien, un hombre, un nombre sobresale y  es Charles Chaplin, el creador del personaje de Charlot, un vagabundo de buen corazón que se esfuerza por comportarse con los modales y dignidad de un caballero adoptando en su apariencia un sombrero hongo, un bastón propio de la burguesía y un bigotito de galán seductor. Sin embargo, sus zapatones destartalados y sus pantalones andrajosos evidencian la realidad de su pobreza. El desearía un buen traje para encender amores.



El apodo de Charlot procede de Francia y en España así fue conocido. Es un marginado urbano, uno de aquellos inmigrantes que recibió Estados Unidos y un pobre hombre que huye de la policía y de los matones, tipos que para él son lo mismo.
Siempre reflejó la sociedad de su tiempo de una forma cómica, tierna y entrañable. Es por eso que construyó un arquetipo lleno de vida y universal. Alternaba entregar una flor a una dama con rascarse la espalda con su bastón o frotar el tacón de sus zapatones con la pierna opuesta.

La vida era difícil, pero el ingenio de los pobres siempre brilla en la interminable lucha por la subsistencia. La picaresca cobraba fuerza y trataba de aparentar lo que no era; los pobres y marginados se ayudan y encontró en su camino a un niño al que mandaba romper cristales para, luego, él arreglarlos. Había que ganarse el pan.
Qué decir de las peleas con “el bizco”, de un empujón le arrojaba al suelo como si de un muñeco tentempié se tratara. Sin embargo, tan solo era otro compañero de desgracias. Otro ser humano pequeño e insignifcante enfrentándose al “rey de los débiles”.

En sus memorias, Chaplin reconoció que “no tenía ninguna idea del personaje Charlot, pero tan pronto estuve vestido y maquillado, las ropas me hicieron sentir otro, comencé a conocerlo y cuando llegué al escenario, el vagabundo había nacido por completo”.  Yo creo que reconoció en el personaje algo de su interior, de su vida de pobreza en Londres y en su llegada a Nueva York, hasta que la diosa fortuna quiso abrazarlo. El era un vagabundo también, pero con un ingenio tan sobresaliente como para realizar películas como El Gran Dictador (donde hunde su burla/bigotito contra el nazismo), Tiempos Modernos (el ser humano víctima del trabajo en cadena/alienación o Candilejas (emotiva y con tintes autobiográficos). En mi opinión el cénit de su carrera.
Chaplin, pacifista convencido, fue llamado ante el Comité de Actividades Antiamericanas, que presionó para que fuera deportado, dando como justificación que “su vida en Hollywood contribuye a destruir la fibra moral de América”. Fue llamado en varias ocasiones para testificar ante dicho comité, pero no se presentó. Chaplin había sido ya acusado incluso de comunista por sus ideas progresistas.
Al final, a nuestro protagonista solo le quedará alejarse por un camino estrecho y empedrado llevando algo de  comida dentro de un mantel atado que porta en una de sus manos. Buscará un nuevo lugar donde no se le conozca y dejará atrás un amor, un amigo o un perro. Uno de éstos le seguirá, pero como alimentarse dos en estos Tiempos Modernos.

 

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