martes, 26 de mayo de 2015

El árbol de la ciencia, Pio Baroja

A Baroja se le ha reprochado su descuido en la forma de escribir. Solo estoy, de acuerdo en lo que a la sintaxis se refiere, ya que su estilo es natural, casi oral. Persigue el dinamismo, la amenidad, la sensación de naturalidad, desdeña el reproducir detalles insignificantes y busca los rasgos significativos de los personajes o diálogos en una economía y sencillez del lenguaje. Escribe directo, sin amaneramientos.

El árbol de la ciencia es una de sus obras maestras. La obra tiene dos partes separadas por una larga conversación de carácter filosófico entre el protagonista, Andrés Hurtado y su tío, el doctor Iturrioz que constituyen la parte central de la obra.


Esta novela tiene un carácter semiautobiográfico. En la primera parte se narra la vida de un estudiante de Medicina, como el propio Baroja, que asiste en Madrid a una Universidad mediocre y corrompida fiel reflejo del mundo que le rodea. Además, aparece la figura de un hermano muy querido que muere y la distancia con la figura paterna.

En la segunda parte, a través de la estancia de Hurtado en Alcolea, un pueblo manchego, Baroja nos expresa su disconformidad por las tradiciones típicas de la España rural del siglo XIX. También aquí hay ecos de la breve época en que Baroja ejerció como medico rural en el país vasco. En el campo, la situación no es mejor que en Madrid: pobreza, caciquismo, ignorancia, resignación etc. Aquí se refleja la aversión al tradicionalismo carlista.

Tras una breve estancia en Alcolea, Hurtado vuelve a Madrid, en donde después de experiencias durísimas ejerciendo su profesión, encuentra un paréntesis de paz al casarse con Lulú, intermedio que acaba con la muerte de esta, del hijo que esperaban y con el suicidio del protagonista. Los fallecimientos corresponden al final de las ilusiones, de la lucha, la derrota de los ideales y la resignación hacia un mundo sin esperanza, un mundo destinado a la fatalidad.

Es interesante la enorme cantidad de personajes secundarios, casi todos caracterizados de forma negativa, y que le sirven al autor para trazar una despiadada radiografía del Madrid burgués y proletario de finales del siglo XIX. El estilo de la novela es muy sencillo, de ritmo rápido y directo a pesar de la variedad de situaciones y de la gran cantidad de personajes, lo que da amenidad a una obra tan llena de sentimientos personales y de reflexiones filosóficas.

Por último llama la atención el final de la novela cuando el tío califica a Hurtado de precursor, es decir de alguien que no puede soportar los valores de una sociedad que no sirven de palanca para la mejora del individuo ni para el cambio social.

El árbol de la ciencia y el árbol de la vida

Conversaban sobre la finalidad y la importancia de la ciencia para los hombres. Según Hurtado la ciencia es básica para la evolución humana, en cambio Iturrioz afirma que “la verdad en bloque es mala para la vida.” Luego, la vida es peor cuanto más se sabe. Esto, a priori absurdo para la mentalidad actual lo reafirma rápidamente su compañero de conversación, como si de una verdad lógica se tratase. “A mas comprender corresponde menos desear”, afirma Hurtado.


Entonces es cuando entramos en el pasaje bíblico de los árboles. Dice Iturrioz que en el Génesis se habla de que en el paraíso había dos árboles; el de la vida y el de la ciencia del bien y del mal. Explica que Dios le dijo a Adán que podía comer de todos los frutos, pero que tuviera cuidado con el árbol de la ciencia, ya que el día en que se coma de ese fruto morirás.

Añade el tío Iturrioz que lo que realmente ocurre con el árbol de la ciencia es que si se prueba uno de sus frutos este provoca en la persona un afán de superación que al final provocara su propia destrucción. Con estas palabras sentencia toda la ciencia.

La vida solo se puede conocer comiendo de su propio árbol, nunca desde el árbol de al lado.Trata de explicar a su sobrino que no espere a que la ciencia avance para conocer la vida empíricamente, que se lance a las verdades actuales ya sean verdades científicas o verdades metafisicas, porque en el fondo la única verdad es la que creemos y la que creamos.

Hurtado tiene miedo de empezar cualquier cosa de la que aun no pueda probarse empíricamente su bondad. Todos las selvas filosóficas constituidas por nuevas teorías metafísicas, nuevos sistemas de gobierno, nuevas opciones donde elegir… todo ello no es, a ojos de Hurtado, mas que terrenos yermos de imposible cultivo y de cuya exploración es una perdida de tiempo, ya que se ve de lejos que no hay nada interesante en ellos. Iturrioz peinaría ese desierto, y tal vez encontrase algo. Hurtado ni se adentraría en él.

Iturrioz dice que hay ideas que aun no se han demostrado pero que aun así son útiles, a Hurtado no le gusta para nada este termino, diciendo que puede llevar a entronizar todos los prejuicios. Lo mismo dice Iturrioz de la ciencia, que puede llevar al fanatismo. Así, su tio cree en la ciencia, pero cree en una ciencia medida, coexistente con la vida y por lo tanto con la ignorancia que esta conlleva. No cree que la razón deba ser el elemento clave de la felicidad, ya que si así fuese la vida seria gris y languidecería hasta una muerte inevitable. En cambio Andrés cree firmemente todo lo contrario, cree que para que la vida sea realmente placida se debería seccionar ese árbol fruto del cual es la ignorancia, el de la vida, en pro del árbol medido, razonado y exacto del árbol de la ciencia.


Y en el fondo, ¿qué es la ciencia para que nos tenga que guiar a todos nosotros? La ciencia es relativa a su época. En esta época se creía en la supremacía del hombre sobra la naturaleza, se creía que la ciencia había avanzado tanto que los humanos ya habían “domado” a la bestia de la naturaleza, y con ella a la vida en si. Fruto de esta mentalidad es, por ejemplo, el “insumergible” Titanic, que demostró que los arrogantes humanos tenemos que aprender todavía mucho.

La ciencia es según la realidad, y con ello es según la verdad vigente. Y “la verdad no es nada mas que una brújula loca que no funciona en este caos de cosas desconocidas. El conocimiento y las ideas son puro reflejo del mundo y antítesis de la vida y, por tanto, de la acción. La ciencia no servirá nunca para dar sentido a la vida del hombre u organizar un sistema político perfecto. La ciencia mata la vida.

Iturrioz, su tío, opta por el vitalismo en su vertiente nietzscheana: la abolición de los valores judeocristianos traerán consigo un nuevo tipo de hombre que frente al sinsentido de la vida no caiga en la desesperación sino, al contrario, se arme de valor, serenidad, y reposo, que arranque de sí “toda tendencia a la humildad, a la renunciación, a la tristeza, al engaño, a la rapacidad, al sentimentalismo…” Este nuevo hombre guarda cierto parecido con el superhombre de Nietzsche, especialmente en su crítica al nihilismo cristiano. Los cambios en España pasaban, según Baroja, por dejar atrás el cristianismo, la mediocridad y el caciquismo. En este sentido, las críticas de Nietzsche a la religión cristiana y sus teorías del superhombre le servirán a Baroja de inspiración en la tarea regeneracionista del 98.

El final trágico de la novela representa, evidentemente, el triunfo de Schopenhauer, del veneno nihilista que marca la personalidad de Andrés Hurtado y también de España, el tema de fondo en los autores de la generación del 98. Desde un punto de vista individual, Andrés Hurtado, idealista hasta la médula, ve en la muerte algo de consuelo: espacio y tiempo no están afuera, por tanto, el mundo no continuará tras su muerte. La muerte del individuo es también la muerte del Universo.

Por último llama la atención el final de la novela cuando el tío califica a Hurtado de precursor, es decir de alguien que no puede soportar los valores de una sociedad que no sirven de palanca para la mejora del individuo ni para el cambio social.





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