miércoles, 27 de mayo de 2015

Ken Loach, la denuncia de la privatización del ferrocarril británico

Ken Loach (1936) es un director de cine inglés conocido por su estilo de realismo social y manteniéndose siempre fiel con la defensa de los oprimidos. Numerosos premios consolidan su carrera profesional y es en la década de los noventa cuando empiezan sus grandes éxitos: Agenda oculta (1990), Lloviendo piedras (1993), Ladybird, Ladybird (1994), Tierra y Libertad (1995) y La Canción de Carla (1996). Sin embargo, hoy, me gustaría detenerme en una película con ambiente ferroviario, La Cuadrilla (2001).


La idea de “la Cuadrilla” surgió cuando Loach recibió un guión propuesto por un empleado del ferrocarril británico que desempeñaba su labor en “señalizaciones y telecomunicaciones”. Se trataba de un sindicalista que había vivido el proceso de privatización de British Rail.


Así, la cinta refleja el día a día de un grupo de trabajadores de mantenimiento de la infraestructura a los que se les invita/impone a los procesos de flexibilización y mercado libre. Les empiezan a recortar derechos adquiridos y observan cómo las nuevas compañías contratan trabajadores sin cualificar, pero más baratos. Esto ocurrió en la realidad y es extrapolable a cualquier otra empresa de cualquier sector y en cualquier nación occidental.

Los ferrocarriles británicos se privatizaron durante el gobierno torie/conservador y se repartieron entre numerosas compañías diferentes. La mayoría compraron a precios de ganga para revenderlas después mucho más caras en un proceso vergonzoso de especulación.

Con las privatizaciones llegaron los despidos, la disminución drástica de empleados, el no mantenimiento regular de la infraestructura y los desastres. La privatización en Inglaterra, como ocurrió en Argentina, revistió el carácter de tragedia o comedia bufa. Los amantes de la iniciativa privada recibieron dinero a mansalva del Estado y esto es un aviso de lo que puede llegar a ocurrir en España si los liberales infiltrados en el aparato del Estado “nos tocan el ferrocarril”.

El gobierno laborista de Toni Blair continuó la misma política y, así, la película acaba de una forma desesperanzadora.

A la muerte de Margaret Thatcher, Ken Loach, echando mano de la ironía, declaró: “Hay que apelar a privatizar el funeral de la Dama de Hierro. Saquémoslo a concurso público y aceptemos la oferta más barata. Es lo que ella habría querido.”




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